Una valiente entrada a canasta de Reyes y el incisivo Francis Alonso, con tiros libres obtenidos en penetraciones, estiraron la diferencia hasta los nueve puntos, con cerca de ocho minutos por jugar. El técnico gallego, viendo a su equipo atascado, recurrió a una zona que le dio algún fruto. En tres jugadas, el equipo local solamente pudo sacar provecho de una, un magnífica acción de pizarra, un poste alto-poste bajo que culminó Arteaga.

El pivot canario, con el que siempre se puede contar, reapareció ayer tras su última lesión y mostró un nivel muy alto pese a la escasez de rodaje. Sus 16 puntos, 7 rebotes y 5 faltas recibidas le auparon hasta una valoración de 26.

Pero la zona gallega no le fue bien al OCB, y tras un segundo triple lanzado sin ton ni son y la cuarta falta de Washburn luchando por un rebote ya perdido, Lezkano pidió tiempo muerto. 76-67 y todavía seis minutos para el final.

Pero ayer no hubo fantasmas, hundimientos ni agonía. La primera canasta de Geks, ayer apagado, fue el chupinazo de la fiesta de Pumarín. Con 79-67, la fe de los visitantes se resquebrajó definitivamente y sus ataques se fueron uno tras otro por la borda, algunos sin siquiera tocar aro. El Oviedo, acostumbrado a los sinsabores, no desperdició la oportunidad de darse un festín. Una inyección de moral que llega justo a tiempo para impulsar al equipo asturiano en la recta final de una temporada angustiosa.