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Saúl Blanco Jugador del OCB

“Hemos hecho una temporada increíble, soy muy optimista”

“El baloncesto me ha dado muchas cosas y yo creo que también le he dado bastante; no me arrepiento de nada”

Saúl Blanco, ayer, en el polideportivo de Pumarín. Miki López

Saúl Blanco se dispone a poner el broche a su carrera tratando de ayudar a que el club de su ciudad, el Liberbank Oviedo Baloncesto, haga cumbre en los play-off de ascenso a la Liga ACB. Sería la mejor manera de decir adiós y de dejar atrás una trayectoria que le ha aupado a las mieles del éxito y le ha arrastrado hasta las miserias del deporte, en forma de lesiones. A dos días del inicio de las eliminatorias, Saúl Blanco hace un repaso a sus vivencias, con sus altos y sus bajos, lanza un mensaje de optimismo sobre las posibilidades del OCB en su lucha por el ascenso y anuncia su intención de formarse en varios ámbitos, uno de ellos un baloncesto que le apasiona y que no piensa abandonar.

–¿Cuáles son las primeras sensaciones tras anunciar su retirada?

–Bueno, estoy contento. Han sido 18 años, que se dice pronto, ya que empecé muy joven. Echando la vista atrás, han sido unos años muy buenos, unos mejores que otros, pero el basket me ha dado muchas cosas, y yo creo que también le he dado bastante. No me arrepiento de ninguna decisión.

–La primera de ellas, salir de casa muy joven para dedicarse al baloncesto. Lo tenía claro.

–Sí, primero estuve en el École y aprendí mucho, en esas edades somos esponjas. Tuve la suerte de tener allí a Jorge Álvarez, que, casualidad, ahora es el segundo entrenador del Oviedo. Y con 14 años me llegó la oportunidad del Siglo XXI. Para mí era una decisión muy fácil, quería jugar, pero en el fondo no lo era: tenía que vivir y estudiar lejos de casa. Estuve primero en Lugo y cuando cerró el centro de Galicia me fui al de Vizcaya. Coincidí con el Chacho Rodríguez, Fran Vázquez, los Urtasun, Ruiz de Galarreta... En Fadura había otro asturiano, Albano del Castillo. La experiencia fue muy buena, y se lo agradezco mucho a mis padres, para ellos fue duro pero me animaron.

–También fue precoz su salto al profesionalismo, en Gijón nada más dejar el Siglo XXI.

–Firmé por el Gijón Baloncesto días después de terminar la selectividad, con 18 años, y estuve dos temporadas, la primera con Moncho Fernández y la segunda con Diego Tobalina. Aprendí mucho, pero no tenía días libres, cuando no lo hacía en grupo entrenaba técnica individual con Sabino (Suárez Banciella). Entrenaba por la mañana, comía rápido, iba a un par de clases en la Universidad y volvía a La Guía para entrenar otra vez. Caminando todo, que no tenía carné.

–Y después, salto a la élite. ¿Le costó mucho adaptarse?

–Cuando me llegó la oferta de Fuenlabrada para tres temporadas tenía mis dudas: “¿De verdad estoy preparado?”. Parece ser que acerté con la decisión (se ríe). Los inicios fueron complicados, no contaba mucho para Luis Casimiro. Pero tuve muy buenos maestros, leyendas como Ferrán López, Francesc Solana, Salva Guardia, Paraíso... La liga era dura. S

alía a defender a Navarro o a Bullock... estaba viviendo un sueño. Me impresionó que durante la Supercopa Boza Maljkovic me felicitase por mi concurso de mates.

–Su siguiente paso fue precisamente al Unicaja, por entonces uno de los mejores clubes de Europa. Aquello no salió tan bien.

–Como dije, no me arrepiento de ninguna decisión. Creo que la del Unicaja era la mejor opción cuando salí del Fuenla. Yo he seguido siempre la misma línea de trabajo, s implemente no me supe acoplar al equipo. Con Aito sí que jugaba más minutos, aunque igual se podía esperar un rendimiento mayor por mi parte, pero con Chus Mateo los minutos bajaron bastante. Como lo que quería era jugar volví a Fuenlabrada a mitad de la temporada 2011-12.

–Estando en Málaga recibió la llamada de la selección. Scariolo le tuvo entrenando quince días, pero le cortó el día antes del primer amistoso. ¿Es una espina clavada?

–Pues fue una buena experiencia y una espina, las dos cosas. Lógicamente, la experiencia es buenísima porque era un pedazo de selección, la generación de oro tenía 29 años. Pau Gasol acababa de ser campeón de la NBA con los Lakers, de la NBA venían también Garbajosa y Rudy, Ricky había dado el salto del Joventut al Barcelona... Se lesionó Berni Rodríguez y entonces había once jugadores fijos, el otro puesto estaba entre Carlos Suárez, Llull y yo. Llull fue el escogido. Estábamos en el aeropuerto y yo me fui para Asturias y los demás para Gran Canaria.

–La siguiente etapa, en Tenerife. ¿Qué pesa más, los buenos momentos o el calvario de las lesiones?

–De la mano de Alejandro Martínez conseguí mis mejores años como profesional, físicamente todavía estaba a un nivel muy alto pero ya tenía una edad, experiencia y madurez. Todo iba bien hasta que tuve la lesión del brazo.

–¿Cómo recuerda sus lesiones?

– Me rompí el brazo el 17 de mayo de 2015, el día después de cumplir 30 años. Solamente quedaba una para acabar la fase regular. Tenerife me renovó lesionado por dos años y yo, lógicamente, estaba superagradecido. Pero nada más recuperarme empiezo a tener problemas en con la rodilla, de cartílago, y las cosas se empezaron a tensar bastante con el club. Me operé en verano, cuando ya no podía casi ni caminar, y me rescindieron. Ahí fue muy duro. Recién operado, me dolía todo, yo en Asturias y mis cosas en Tenerife, sin contrato... El cirujano les dijo a mis padres que había sido más complicado de lo que pensaba y que no tenía seguro que pudiera volver a jugar al baloncesto profesional, que podía quedarme hasta cojo.

–¿Cómo salió de aquello?

–Con mucho trabajo y mucha ayuda. Estuve un año completo en blanco recuperándome, con fisioterapia, preparación física, trabajo en arena... Se portaron muy bien el Gijón Basket, el Patronato Deportivo de Gijón, el Oviedo Baloncesto... hasta el Oviedo de fútbol, que fui un día. Con mención especial para Jorge Fernández Campomanes y sus entrenamientos particulares.

–Volvió, pero duró poco en la ACB.

–Me llamó Alejandro Martínez, que iba a renovar por el Betis. Era equipo de LEB, pero volvió a ACB judicialmente. La cosa fue muy mal, Alejandro duró cinco partidos y el nuevo entrenador dejó de contar conmigo. En doce partidos jugué cinco minutos. Después de dos años, con la ilusión y ganas de competir que tenía, quería salir y me surgió la oportunidad de irme al Prat con Arturo Álvarez. Iban muy bien y el vestuario era espectacular. Empecé jugando mucho, luego menos, no sé si supe muy bien lo que Arturo quería de mí.

–¿Notó mucho la lesión en su rendimiento?

–Lógicamente, no era el jugador que había sido siete años atrás, pero me adapté. Hay que evolucionar, renovarse, y el baloncesto está ahí para ser explotado de otras formas. Y coincidió la llamada de Nacho Galán para el Círculo Gijón. Era LEB Plata, pero me dije: “Tengo la carrera hecha, lo que quiero es jugar”. Disfruté muchísimo. Luego surgió la oportunidad de Francia, una prueba de fuego y una etapa fantástica a nivel personal y profesional en la que volví a operarme de la rodilla. Ahí ya empecé a plantearme cosas.

–Y por fin el OCB, con el que se va a despedir jugando los play-off de ascenso. ¿Qué balance hace, individual y colectivamente?

–Individualmente, solo he tenido un momento de continuidad en toda la temporada por problemas físicos. No han sido muy graves, pero hace unas semanas tomé la decisión de dejarlo. Colectivamente, hemos hecho una temporada increíble y soy muy optimista. A lo mejor no estamos en nuestro mejor momento, pero pienso que al Coruña vamos a darle guerra. No creo que se alegren mucho de que les hayamos tocado.

–Y cuando se acabe la temporada, ¿a qué se va a dedicar Saúl Blanco?

–El futuro más inmediato es terminar el curso de entrenador y acabar los exámenes del máster de profesorado, para ser profesor de Economía, ya que tengo Dirección y Administración de Empresas. Hay que formarse, poco a poco. En julio y agosto descansaré y luego ya veremos.

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