Vivir con lo justo tiene cosas como que la Copa se haya convertido en un marrón para Gallego. Las lesiones y la escasez de fichas profesionales obligarán al entrenador rojiblanco a tener que tirar de futbolistas a los que les vendría bien una jornada de relax. El torneo sobre el que se cimentó parte de la leyenda dorada del Sporting con aquellas dos finales, es ahora una de esas citas aborrecibles para los llamados profesionales, aunque todo un estímulo para un rival como el Quintanar del Rey.
En esta primera eliminatoria, los rojiblancos solo tienen cosas que perder y nada que ganar. Lo único, pasar a la siguiente ronda cruzando los dedos para que todos los que tengan minutos regresen a casa enteros. Además, el cupo de derrotas ya quedó cubierto para varias décadas después del desastre de hace un año ante el Zamora, donde José Alberto y Torrecilla cavaron su tumba.
Pero que el torneo del Jefe del Estado sea un marrón, no significa que se tenga que regalar: hay mucho dinero en juego y la entidad no está para andar perdiendo más aceite. Un descalabro deportivo lo sería también financiero en unos días en los que la propiedad deberá rendir cuentas a los accionistas minoritarios con humor y ganas de acudir a la junta de la distancia social, el gel y las mascarillas para que les expliquen cómo queda el balance, qué hay del inmovilizado y cómo marcha la capacidad de endeudamiento. Otro marrón.
