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Eloy Méndez

La opinión tras el Ponferradina-Sporting: Dos errores y un punto

La bajada de tensión en la segunda parte y la suplencia de Campuzano

Los jugadores del Sporting celebran uno de los goles LOF

La aguda hipotensión tras el descanso en campo ajeno, frecuente patología esta temporada que ha mandado un puñado de puntos al desagüe (véase el partido en el estadio de Gran Canaria), dos fallos garrafales a título individual y otra sombría revisión del VAR evitaron ayer que el Sporting llenase el zurrón en Ponferrada. Los errores son tan obvios que apenas merecen más comentario que un lamento. A Diego Mariño se le puede y se le debe perdonar el suyo, al que quizás contribuyó el sol que le daba de cara, porque es la excepción que confirma la regla de un portero descomunal, seguramente el mejor de la categoría junto al zaragocista Cristian Álvarez y el espanyolista Diego López, y al que el equipo le debe en buena medida su posición en la tabla.

Nadie debería tampoco cargar las tintas contra Pedro Díaz por haber regalado el empate con un preciso pase al rival en la frontal del área. Su calidad y entrega están fuera de toda duda. Pero sería cínico callar que él y Manu García son los jugadores que más han bajado el nivel desde las semanas de oprobio vírico. A David Gallego cabe achacarle una evidente falta de reacción, con tres cambios de una tacada cuando ya no había tiempo para casi nada, y pedirle sinceridad sobre Campuzano, apuesta personal que ni siquiera está preparado físicamente para la titularidad cuando Djurdjevic anda sancionado y cerca de estrenar internacionalidad por vía paterna. Aún así, aportó algo de frescura en el tramo final.

Pese a todo, el Sporting sacó tajada ante un competidor directo que le permite mantener el colchón en puestos de promoción camino de los idus de marzo, tiempo traicionero donde algunos se quedan por el camino. Y lo hizo, especialmente, gracias a la labor de Pablo Pérez, denostado en exceso muchas veces por querer ser profeta en su tierra y porque la rapidez y la precisión no son siempre virtudes que le acompañen. El canterano provocó con astucia el penalti del primer gol, marcó el segundo y estuvo presente en casi todas las jugadas de ataque con algo de nervio. Tenía una misión complicada y la resolvió con nota. Tres cuartas partes del punto son suyas. El resto, se deben a una intervención providencial de Marc Valiente que evitó el tercer tanto berciano y a la cabeza que puso Javi Fuego todo el partido y después de él, cuando lanzó una indirecta vía redes sociales contra los constantes atropellos arbitrales. Menos mal que alguien lo dice.

Contaba ayer José Luis Garci en una entrevista a este periódico con motivo de los cuarenta años del rodaje de “Volver a empezar” que no está seguro de que el Sporting, estrella del oscarizado film aunque algunos lo hayan olvidado, cuente con la suficiente solidez para amarrar el play-off. Le faltó añadir que ningún rival próximo ha demostrado tener más. A ese hermoso clavo ardiendo toca agarrarse.

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