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Mario Antuña

La opinión sobre el derbi: Dieciséis escalones

David Gallego da instrucciones a Bogdan, con Eduardo Domínguez detrás. | LaLiga

Sportchigrista: dícese, sin connotación peyorativa, del aficionado que, huérfano de grada y abstemio del ansiolítico Molinón, peregrina en tiempos de pandemia de pantalla en pantalla, de chigre o de sofá, para ver a su Sporting esguilar a lo alto de la tabla y permanecer allí, impertérrito, entre el ascenso directo y la promoción, sin descolgarse de los puestos de privilegio que solo en ensoñaciones imaginábamos a principio de temporada. De la incredulidad, a la certeza. ¡Aficionados de poca fe! Entono, el primero, el mea culpa. Ni medio duro dábamos por una campaña que ya es un triunfo y aspira al éxito del ascenso. Ahí llegó Gallego, entrenador de mirada lánguida como la de un koala, de la mano de Rico, con el cuento de la vuelta a la cantera, al que se recurre cuando las arañas “okupan” las cajas de caudales. A ver si esta vez es de verdad y no flor sin vacuna. Y volvió a reverdecer, inexorable, el brillo del sportinguismo cuando el club no se traiciona y recupera sus esencias: un puñado de jugadores de Mareo, la quinta del cole, y que las pare Mariño, las meta Djuka y cuando estamos apuraos que campee Babin. Todos a una, peleando con orgullo, sintiendo los colores. Lo que no logra el método del fichadón lo consiguen los güevos de casa, los de pita negra, como la pata del buen jamón. Los sportchigristas, ahora sí hay que creérselo y aspirar a todo (lo remarco para jugadores y técnicos), miran satisfechos hacia abajo y cuentan los 16 escalones que, como puntos de sutura en la herida de la clasificación, nos separan del eterno rival. Llega el derbi, que sean 19.

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