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Antonio Rico

Fútbol es fútbol

Antonio Rico

El velo de la ignorancia, el Madrid y el Valladolid

Un encuentro entre el Real Madrid y el Valladolid César Manso

Hoy toca aplicar al fútbol la Teoría de la Justicia desarrollada por el filósofo estadounidense John Rawls. Vamos allá. Rawls propone que imaginemos una asamblea en la que todos los miembros de una sociedad deben elegir sus instituciones y principios fundamentales. No es ninguna tontería, porque esta asamblea va a tomar decisiones que afectarán no solo a quienes las toman sino a sus hijos, a los hijos de sus hijos, a los hijos de los hijos de sus hijos y así hasta el infinito y más allá. Ya sé lo que están pensando. No se van a poner de acuerdo en nada. Habrá discusiones. Portazos. Algún insulto. En algún momento, alguien llamará “fascista” a alguien, y ese alguien dirá “y tú más”. Puede ser. Pero nos falta un ingrediente que va a convertir a todos los miembros de esta asamblea imaginaria en seres no solo racionales, sino también razonables. Rawls lo llama “velo de la ignorancia”.

Los que participan en la asamblea tienen que olvidar (o no tener en cuenta) sus características particulares, de modo que deben tomar decisiones sin saber si son varones o mujeres, creyentes o no creyentes, altos o bajos, fuertes o débiles, con buena salud o mala salud, guapos o feos, ricos o pobres, con ocho apellidos vascos o nacidos en la Cólquida. Este “velo de la ignorancia” no supone olvidar que existen varones, mujeres, creyentes, ateos, ricos y pobres sino que nadie conoce su propio lugar en la sociedad (si será varón, mujer, creyente, ateo, rico o pobre). Es más, uno puede nacer rico y, con el tiempo, caer en esas colas del hambre a los que algunos miserables miran con altivo desprecio.

Este “velo de la ignorancia” nos obliga, nada menos, a tomar decisiones bajo la perspectiva del universalismo moral. Pues bien, ¿qué normas querríamos para nuestra sociedad si no conociéramos el lugar que ocuparíamos en esa sociedad? Rawls sugiere que deberíamos minimizar los riesgos en el caso de que nos toque estar entre los miembros menos favorecidos de la sociedad. Por ejemplo, parece evidente que en la sociedad que estamos intentando fundar no debería haber esclavos puesto que, aunque un sistema esclavista tuviera cierto tipo de beneficios, no podríamos saber si en esa sociedad tendríamos la suerte de ser libres o la desgracia de ser esclavos. La conclusión de Rawls es que los principios de la justicia deben ser básicamente dos: el principio de igual libertad y el principio de diferencia: cada persona tiene igual derecho al más amplio esquema de libertades fundamentales que sea compatible con un esquema similar de libertades para todos, y las desigualdades sociales y económicas tienen que ser para el mayor beneficio de los miembros menos favorecidos de la comunidad y deben estar asociadas a cargos y posiciones accesibles a todos en condiciones de igualdad de oportunidades.

Si aplicamos el “velo de la ignorancia” de Rawls al fútbol, ¿a qué acuerdos llegaríamos? Si se reúnen en una asamblea imaginaria representantes del Barça, del Real Madrid, de la Juve, del Manchester City, del Paris Saint-Germain, del Olympiakos de El Pireo, del Oporto, del Spartak de Moscú, del Granada y, atención, del Elche y del Valladolid, ¿hablaríamos de Superligas, Megaligas, Extraligas y Lademimadreligas? Si los dirigentes del fútbol no conocieran la situación de sus equipos después de la asamblea, ¿admitirían los brutales desequilibrios, extravagancias, desigualdades y reparto de ingresos? Es posible que el Real Madrid haya dicho adiós a la Liga después de sus empates con el Getafe y el Betis, que no son precisamente carne de Superliga. ¿Qué fútbol tendríamos los aficionados (el fútbol de las cotizaciones en bolsa, cuentas de resultados, inversiones y demás morralla capitalista no es el fútbol de los aficionados porque todo eso no supone para el fútbol lo que el queso para los macarrones, sino que quita al fútbol lo que la piña resta a la pizza) si acordáramos seguir los principios de igual libertad y de diferencia? ¿Qué fútbol tendríamos si se limitaran radicalmente los salarios de los futbolistas, si se fulminara la codicia de los representantes, si respetáramos con hechos un Elche-Valladolid tanto como respetamos un Barça-Real Madrid? ¿Existirían engendros como la Superliga?

Por cierto, ¿si nos cubrimos con un “velo de la ignorancia” mientras vemos un partido de fútbol y prescindimos de camisetas y escudos, sabríamos distinguir un Real Madrid-Getafe de un Elche-Valladolid?

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