"La reconquista empieza en Asturias", señaló ayer en Covadonga el candidato de Vox a la presidencia del Gobierno, Santiago Abascal, arropado por unas 500 personas. "¡Presidente, presidente!" Fue el grito que más se oyó , pero también hubo vítores a España, a la Virgen de Covadonga y a la Guardia Civil.

Abascal llegó tarde a comer -sobre las cuatro de la tarde- al Gran Hotel Pelayo de Covadonga, donde le esperaban más de 200 comensales. El menú: quesos asturianos, pastel de cabracho, croquetas, cecina, boronchu (morcilla frita), fabada y arroz con leche. Después fue recibido en la santa cueva por el canónigo penitenciario, Jose Juan Hernández, que cantó el himno de Covadonga. Abascal realizó una ofrenda floral a la Santina. Y una mujer intervino para hacer una petición a la Virgen: "Sálvanos y salva a España".

Después, junto a la estatua del rey Pelayo, el líder de Vox tomó un megáfono y destacó la "movilización histórica", que está generando esa formación: "Algo grande va a pasar el próximo 28 de abril", exclamó megáfono en mano ante sus eufóricos seguidores. Resaltó que en las elecciones "no se juega un puñado de votos o quién queda por delante de quién, sino la existencia misma y la libertad de España", en su opinión amenzadas por "los separatistas" una, y "los progres, los comunistas y los islamistas" la otra. Defendió la importancia de los símbolos patrióticos -entre los que citó a Covadonga y al Cid Campeador-, reivindicó el pasado histórico de España y rechazo pedir perdón "por las obras de nuestros mayores a lo largo de la Historia", en referencia a las exigencias del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, y la comunidad islámica de Sevilla sobre las conquistas de América y Granada. Al contrario: aquellas actuciones serán"guía de lucha y de resistencia", señaló Abascal, que criticó al resto de los partidos por quedarse "callados y avergonzados" antes esas exigencias. Acompañado por José Ortega Lara, que permaneció secuestrado por ETA 532 días; Rodolfo Espina, presidente de Vox en Asturias, y José María Figaredo, número uno al Congreso, arengó a los suyos: "Estamos orgullosos de nuestra patria" y "la unidad de España y las libertades no son negociables".

Quiere "teñir España de rojigualda", para que ese colorido represente a "la buena gente", grupo del que excluyó a quien "para acceder al poder pacta con los enemigos de España, los separatistas, los amigos de los terroristas y los que nos quieren llevar a un sistema como el de la Venezuela chavista". Abascal se despidió del santuario entre abrazos, apretones de mano, selfies y mensajes de ánimo.