En 1978, unos meses antes de la aprobación de la Constitución, Estados Unidos estaba muy preocupado por asegurarse el ingreso de España en la OTAN. Pero era tal el rechazo de la izquierda política española al alineamiento militar en plena lógica aún de la «guerra fría», que sus líderes incluso barajaban cerrar la puerta a tal ingreso en la propia Carta Magna. Entonces Washington pisó el acelerador. Y lo hizo, entre otras cosas, instrumentalizando al líder independentista canario Antonio Cubillo, exiliado en Argel. Así lo relata el ex ministro de Presidencia, José Manuel Otero Novas, testigo claro de los acontecimientos.

«A finales de marzo y por conductos informales nos llegó un mensaje que debidamente traducido significaba: o entráis en la OTAN o nos encargaremos de que perdáis Canarias», señala el ex ministro. «Y cuando le doy mi conclusión a Suárez, él llegó a la misma idea. Lo tomamos muy en serio. Había, de hecho, una alusión al papel nuclear que podía desarrollar al respecto el MPAIAC. Miren al Mpaiac, se nos sugería. Era un mensaje realmente críptico».

Cubillo era un abogado laboralista canario exiliado en Argel desde 1963 para eludir un proceso político en Tenerife. Y había derivado hacia una visión africanista de Canarias al estilo de los movimientos de liberación de la época, creando el Mpaiac, un grupo que en 1977 pasó a la violencia de las bombas. Tras la entrega de facto del Sahara español a Marruecos, Argelia -su rival en el Magreb y pieza clave de la URSS en la región- lo financió y apoyó para desestabilizar Canarias en represalia.

Argel logró incluso que la Organización para la Unidad Africana (OUA), dominada por los soviéticos, gestionase la apertura de un proceso de descolonización de Canarias en Naciones Unidas. Eso ya alarmó a España, que emprendió una ofensiva diplomática de urgencia. Pero, además, el rechazo social en las islas Canarias a las aspiraciones de la OUA fue unánime. Es más, en las elecciones constituyentes de 1977 Canarias apoyó abrumadoramente a UCD.

Pero las cosas se salieron de órbita cuando en marzo de ese año se produjo el terrible accidente aéreo del aeropuerto canario de Los Rodeos, en el cual el MPAIAC tuvo una más que evidente responsabilidad indirecta.

Dos «Boeing 747» repletos de turistas chocaron casi a ras de pista. Hubo 561 muertos. Aún hoy es el mayor accidente de la historia de la aviación. El choque fue producto de fallos derivados del exceso de tráfico a causa del desvío de aviones desde el aeropuerto de Gran Canaria. Tal desvío obedeció a que el MPAIAC había colocado una bomba en éste último, hiriendo de gravedad a una dependienta de una floristería. Y el aeropuerto debió ser cerrado al tráfico.

Entonces, prosigue Otero Novas, al mensaje críptico de EE UU acerca del ingreso en la OTAN y el «factor Cubillo», Adolfo Suárez respondió por el mismo conducto. «El mensaje que devolvimos fue que entraríamos en la OTAN, pero en su momento».

Sin embargo, Adolfo Suárez hizo más. Encargó al ministro de Exteriores, Marcelino Oreja, un declarado atlantista, que fijase públicamente su posición favorable al ingreso, aunque a título personal, en una sesión en el Senado. Así hizo Oreja, cogiendo por sorpresa a todo el arco político español, pues se había saltado el pacto explícito de dejar a la OTAN fuera del debate para no entorpecer la Constitución. Con ello, para José Manuel Otero, «nuestra postura ante la demanda norteamericana quedó meridianamente clara».

Ciertamente, la situación era complejísima para España. Y el dilema al que se enfrentaba Suárez, de tomarse en serio, como hizo, el mensaje de Washington, era terrible. A finales de 1976 a Otero lo había despertado de madrugada el embajador ruso, Sergio Bogomolov, diciendo que tenía un mensaje personal para el presidente español del presidente Leonidas Breznev. «Esperé a que amaneciera y llevé a Bogomolov a casa de Suárez, que todavía vivía en Puerta de Hierro. Se acababa de clausurar la Asamblea del Pacto de Varsovia y éste reclamaba a España que no entrase en la OTAN porque pondría en peligro el equilibrio de fuerzas y la paz mundial». Meses antes Felipe González, Miguel Boyer y Luis Gómez Llorente habían firmado en Moscú un acuerdo con el PCUS (el Partido Comunista de la Unión Soviética) en ese mismo sentido.

Entre ambos acontecimientos, es decir, a lo largo de 1977, «tuvieron lugar unos hechos», añade Otero, «que por ahora no puedo relatar». Pero, sea como fuere, a cambio de haberse asegurado que tenía a España en el bote cuando remitió aquel críptico mensaje a Suárez, lo que Washington hizo o no hizo en relación con Cubillo, que sufrió un atentado semanas después, está por verificar. «Unas semanas después estaba supliendo al ministro de Exteriores por ausencia de Oreja, y me llamó el embajador en Argel para decirme que Cubillo acababa de ser acuchillado». En efecto, el líder del Mpaiac fue atacado por dos mercenarios contratados por policías españoles el 5 de abril de 1978. Así lo determinó una sentencia de la Audiencia Nacional, que dejó en el aire la responsabilidad política. El líder del Mpaiac, que se salvó de milagro, pero quedó paralítico, ha querido involucrar al ex ministro del Interior Rodolfo Martín Villa. Cubillo consiguió incluso que éste declarase en un juicio, tras el cual cobró una indemnización como víctima del terrorismo.

Oreja pactó en octubre de 1978 con Argelia, explicitó ante la Asamblea de la ONU la neutralidad española en el Sahara y emprendió una gira africana. Luego hubo otras, como la de Carlos Robles Piquer, entonces secretario de Estado de Asuntos Exteriores. Hubo maletines, dinero, compra de voluntades... Cubillo había sido desactivado. «Creo que no fue nadie del Gobierno español quien intervino ahí (en el atentado)», sostiene Otero.