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Andrés Illescas
Ver galería >Hubo un tiempo en que la Pola era “la capital de Asturias los domingos”. El ambiente juvenil de la tarde-noche de esa jornada era seña de identidad de la localidad. Había decenas de discobares y locales para copas y venían autobuses “hasta de Santander”. En el centro de ese mundillo, cuando aún no se veía decrecer la cresta de aquella ola, estaban Rufino Riestra y César Loredo, propietarios del Loriga y el Abre César, respectivamente, icónicos locales de la movida polesa, junto a la Bodega de Máximo, esta última en muchas ocasiones una de las primeras paradas de la ruta de los que desembarcaban en transporte público en la capital sierense.
Hubo un tiempo en que la Pola era “la capital de Asturias los domingos”. El ambiente juvenil de la tarde-noche de esa jornada era seña de identidad de la localidad. Había decenas de discobares y locales para copas y venían autobuses “hasta de Santander”. En el centro de ese mundillo, cuando aún no se veía decrecer la cresta de aquella ola, estaban Rufino Riestra y César Loredo, propietarios del Loriga y el Abre César, respectivamente, icónicos locales de la movida polesa, junto a la Bodega de Máximo, esta última en muchas ocasiones una de las primeras paradas de la ruta de los que desembarcaban en transporte público en la capital sierense.
Hubo un tiempo en que la Pola era “la capital de Asturias los domingos”. El ambiente juvenil de la tarde-noche de esa jornada era seña de identidad de la localidad. Había decenas de discobares y locales para copas y venían autobuses “hasta de Santander”. En el centro de ese mundillo, cuando aún no se veía decrecer la cresta de aquella ola, estaban Rufino Riestra y César Loredo, propietarios del Loriga y el Abre César, respectivamente, icónicos locales de la movida polesa, junto a la Bodega de Máximo, esta última en muchas ocasiones una de las primeras paradas de la ruta de los que desembarcaban en transporte público en la capital sierense.
Hubo un tiempo en que la Pola era “la capital de Asturias los domingos”. El ambiente juvenil de la tarde-noche de esa jornada era seña de identidad de la localidad. Había decenas de discobares y locales para copas y venían autobuses “hasta de Santander”. En el centro de ese mundillo, cuando aún no se veía decrecer la cresta de aquella ola, estaban Rufino Riestra y César Loredo, propietarios del Loriga y el Abre César, respectivamente, icónicos locales de la movida polesa, junto a la Bodega de Máximo, esta última en muchas ocasiones una de las primeras paradas de la ruta de los que desembarcaban en transporte público en la capital sierense.
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Hubo un tiempo en que la Pola era “la capital de Asturias los domingos”. El ambiente juvenil de la tarde-noche de esa jornada era seña de identidad de la localidad. Había decenas de discobares y locales para copas y venían autobuses “hasta de Santander”. En el centro de ese mundillo, cuando aún no se veía decrecer la cresta de aquella ola, estaban Rufino Riestra y César Loredo, propietarios del Loriga y el Abre César, respectivamente, icónicos locales de la movida polesa, junto a la Bodega de Máximo, esta última en muchas ocasiones una de las primeras paradas de la ruta de los que desembarcaban en transporte público en la capital sierense.
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Hubo un tiempo en que la Pola era “la capital de Asturias los domingos”. El ambiente juvenil de la tarde-noche de esa jornada era seña de identidad de la localidad. Había decenas de discobares y locales para copas y venían autobuses “hasta de Santander”. En el centro de ese mundillo, cuando aún no se veía decrecer la cresta de aquella ola, estaban Rufino Riestra y César Loredo, propietarios del Loriga y el Abre César, respectivamente, icónicos locales de la movida polesa, junto a la Bodega de Máximo, esta última en muchas ocasiones una de las primeras paradas de la ruta de los que desembarcaban en transporte público en la capital sierense.
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