Director gerente de Quinta del Ynfanzón

-Por favor, defínase.

-Soy una persona normal; trabajador infatigable, constante y cabezón. Nunca me aburro, siento curiosidad e inquietud por muchas cosas y creo disponer, además de un buen sentido del humor, de cierto grado de osadía para innovar e investigar. Mi empeño en defender el patrimonio de la familia ha logrado preservar un espacio natural de todo tipo de especulaciones, tanto urbanísticas como económicas a fin de poder compartirlo con la gente en general.

-¿Dónde vive?

-En nuestra casa de siempre, dentro de la finca.

-¿Quién tenía la sangre más azulada, su padre o su madre?

-Eso es algo irrelevante, y a los dos los he querido igual. Pero en el sentido de su pregunta, sus antecedentes históricos están bastante equiparados. La curiosidad es que me apellido Vereterra dos veces y Fernández de Córdoba, tres.

-¿Ya tiene relevo para coger el testigo familiar?

-Sí, cuento con una generación de sobrinos muy potente. Yo estoy casado, sin hijos, pero mis cuatro hermanos me han dado cinco descendientes. El primer dueño testado de la finca, en el siglo XV, fue Diego García Piñueli, y a partir de él se dispuso que la heredad pasara siempre al primer hijo varón, pero merced a diversas circunstancias familiares -descendencia sólo de mujeres o que hubiera varios clérigos, el apellido fue cambiando, aunque sin perder la línea directa familiar. De este modo, a mediados del siglo XVIII la finca pasó a un Vereterra, y llevamos ocho generaciones en ella. Son diez hectáreas que hoy han cobrado importancia con relación al tamaño de las posesiones, pero hace siglos esto era un discreto terrenín en un lugar llamado Cabueñes.

-En tanto tiempo, habrá un fantasma...

-Hay varios, el primero el dueño. En serio, el fantasma se llama doña Ana de Solís. Es una bonita tradición familiar.

-¿Qué vínculo han tenido con Carmen Polo de Franco?

-Su padre tenía una hermana que se casó con mi bisabuelo; uno de los hijos del matrimonio fue Claudio Vereterra Polo, el último alcalde que tuvo Gijón antes de la proclamación de la II República. Por tanto, Carmen Polo y mi abuelo eran primos hermanos.

-¿Suelen ocultar el parentesco?

-No, ni lo callamos ni lo aireamos; nos es indiferente. Otro de nuestros bisabuelos fue Saturnino Calleja, de Editorial Calleja, y tampoco lo divulgamos.

-Usted, ¿para qué había nacido?

-Para ser otro. Estudié Ciencias Biológicas e Informática, y durante 20 años hice teatro llegando a representar a España en el I Certamen Internacional de Teatro «Ciudad de La Habana». También organicé el Maratón de Teatro Ciudad de Gijón, con el fin de recaudar fondos para las víctimas del huracán Mich. Fui muy feliz en esa época de mi vida, pero me llamó el deber familiar. Era necesario defender el patrimonio y sacarle un rendimiento. Decidimos abrir la finca al público y en la actualidad vivimos de ella quince familias.

-¿Le obsesiona la crisis?

-No, pero nos está haciendo la puñeta.

-¿Cuál es el punto más fuerte de la Quinta del Ynfanzón?

-Lo más importante es hacer feliz a la gente, pero si nos referimos a la fuente de ingresos, sin duda, las bodas.

-En un marco tan precioso, calculo una lista de espera de tres años...

-De momento nuestras reservas se alargan a dos.

-¿Su gran problema es el cocinero?

-No, es mi gran ventaja. Contamos con dos de los mejores profesionales que hay hoy en este país. Son capaces de hacer desde un humilde caldito hasta desmontar y reconstruir el plato más sofisticado. De hecho estamos apostando por menús muy novedosos, que sean marca de la casa, pero sin renunciar a la cocina tradicional.

-¿Usted qué come?

-De todo, soy un tragón compulsivo. De este modo siempre puedo ponerme en el lugar del comensal, no del empresario.

-Se nota su buena alimentación, ¿su peso y estatura?

-1,92 y 90 kilos. Calzo un 46.

-¿Dice tacos?

-Bueno... Pero no debería.

-Si se reencarnara...

-Lo haría en mi mismo, pero con menos años. Nací en 1961 y dicen que era un niño muy mono, gordín. Me llamaban Claudín.

-¿Qué ve en sus pesadillas?

-Mis malos sueños siempre giran en torno al mal tiempo, que merma la belleza de la finca. Ahora mismo, el negocio de la Quinta del Ynfanzón está tan controlado que el único cabo suelto para cualquier evento es la meteorología.

-¿Cómo se evade, en qué pierde el tiempo?

-En el mar. El mar es la escapatoria más gratificante. Soy pescador desde que tengo uso de razón. Con el primer sueldo que obtuve en el teatro, después de trabajar todo un verano, compré unas gafas de buceo, unas aletas y un fusil. Los usé durante años, pero ahora tengo un equipo muy bueno.

-¿Dónde se sumerge?

-En toda la costa asturiana; la conozco muy bien.

-¿El mejor caladero?

-El mar. Es la respuesta que suele darse. Antes de tener coche iba en autostop o autobús a mis orillas. Un día pesqué un congrio de 20 kilos en Estaño y aún sudo al recordar la caminata cargando con él hasta la parada del autobús.

-¿Volviendo a su negocio, han adaptado los precios a la precariedad actual?

-Lo curioso de Quinta del Ynfanzón es que pese a estar englobada en el sector lujo por instalaciones y entorno, los precios son tan populares como los de cualquier restaurante de Gijón, e incluso más asequibles.

-Veamos, ¿cuánto cuesta un café, y una botella de sidra?

-Café, 1,30 euros. La sidra, 2'70 euros.

-¿Le gusta ser un relaciones públicas?

-Me encanta tratar con la gente y ver cómo disfruta de nuestra oferta.

«Soy pescador desde que tengo uso de razón, con mi primer sueldo me compré unas gafas de buceo, unas aletas y un fusil»

«Al ser un tragón compulsivo, siempre puedo ponerme en el lugar del comensal y no del empresario»