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Gijón el retrovisor

El Ayuntamiento sólo dio 49 pesetas para la conservación de las ruinas de Veranes

El yacimiento fue descubierto hace un siglo por el párroco de la abadía, Manuel Valdés Gutiérrez Noventa años después se reconoció que en la villa de Cenero se encuentra el precedente del Prerrománico asturiano

Un plano del monasterio.

Allá por el año 1788 Jovellanos tomaba habitualmente cómodo asiento a la sombra de las ruinas del popularmente conocido como "torrexón" de Veranes para revisar personalmente la buena marcha de las obras de su iniciativa personal de crear una nueva carretera desde Gijón hacia Castilla.

En 1854, el historiador José María Cuadrado pasó por allí y se interesó por aquellas ruinas informándole de que había sido un edificio ocupado por los templarios, ya que desde aquella privilegiada atalaya se podían controlar los caminos que iban hacia Santiago y la Vía de la Plata. En la zona de la basílica todavía se conservaba una estancia octogonal -construcción típica de la Orden del Temple- y tiempos más tarde reconocerían que lo que fue una villa rural, posteriormente sería uno de los templos más antiguos de Asturias. Que llevase el nombre de Santa María no es de extrañar, dada la advocación de los templarios a Nuestra Señora María Magdalena.

No hay que olvidar que en 1314 su último maestre Jacques de Molay fue quemado vivo en una hoguera en el puente nuevo de París mirando por expreso deseo suyo a la catedral de Nôtre Dame, quien antes de morir maldijo al Papa Clemente V, al rey Felipe IV y a su juez Guillermo de Nogaret, a quienes no les concedió un año de vida, lo que así sucedió. A los integristas nunca les gusta recordar estos episodios históricos y siempre tratan de ignorarlos, pero la verdad siempre sale a la luz.

El párroco de la abadía de Cenero inició las investigaciones en 1917. Y he aquí que en 1917, el nuevo párroco de la abadía de Cenero (Pando-La Felguera, 1880), Manuel Valdés Gutiérrez, se indignó ante el descontrolado expolio que los vecinos hacían de todo lo aprovechable para sus casas que todavía quedaba entre aquellas ruinas.

Cuando tuvo pruebas fehacientes de la importancia histórica de lo que aún se conservaba de lo que él calificó como el Monasterio de Santa María -con planos y muestras, como valiosas pruebas- dos años después el alcalde de Gijón, Gil Fernández Barcia, le escuchó con un cierto escepticismo -no estaban las excavaciones arqueológicas entre sus prioridades municipales- por lo que solamente tuvo a bien darle un libramiento de cuarenta y nueve pesetas para la conservación de aquellas ruinas -de esto dejó constancia "Blanco y Negro" en el año 1935- y la Academia de la Historia ignoró los innovadores informes de aquel humilde cura rural.

Los años y los regímenes políticos pasan, pero la verdad es que poco cambian los comportamientos de quienes gobiernan nuestras instituciones.

Por tanto, ya ha transcurrido un siglo desde que el párroco de la abadía de Cenero, Manuel Valdés Gutiérrez realizase con un gran voluntarismo -pero sin los avanzados métodos técnicos de los arqueólogos de hoy en día- las primeras investigaciones y los primeros planos sin que nadie le hiciera caso. A pesar de la escasez de medios realizó catas y descubrió no solamente una importante necrópolis medieval, sino también tuberías y los muros originarios de aquella construcción que -tal como se demuestra en el meticuloso plano dibujado por él que ilustra este artículo- supo delimitar y que no se aleja mucho de los nuevos planos que fueron hechos siete décadas después, gracias al especial empeño del entonces director general de Bellas Artes, el gijonés Manuel Fernández-Miranda, quien promovió en el año de 1981 el inicio de un riguroso plan de investigaciones arqueológicas en Gijón.

La construcción de otros iniciáticos monasterios . A pesar del desinterés general, el párroco de la abadía de Cenero, Manuel Valdés Gutiérrez dejó constancia escrita de sus descubrimientos en numerosos libros, con descripciones vehementes en las queda reflejado su defensa de la importancia de Gijón en la historia de Asturias.

"De este monasterio procedieron aquellos santos varones que como brotados de la tierra -ha dejado escrito el párroco de la abadía de Cenero con una gran intuición- fueron los artesanos que construyeron y fundaron en aquella época los monasterios de San Vicente de Oviedo y San Salvador de Valdediós. Y, por último, en el frontispicio de este monasterio, que todavía en el siglo XVI figura en el Archivo Parroquial de la abadía de Cenero con el nombre de Hospedería de San Pedro y que está situado junto a los barrios de Lleme y Beloño -de abolengo de marineros y dominando al aestarium- estaba colocada aquella piedra misteriosa que se encontró hecha pedazos en el altar de la capilla de Santa Leocadia de nuestra catedral. El estudio de la iglesia y Monasterio de Santa María de Veranes considero que es el primer jalón para descifrar en parte el enigma de nuestra historia política y religiosa durante la época visigótica".

Reconocimiento de que el precedente del Prerrománico está en Veranes. Nueve décadas después, así lo reconoció la arqueóloga Carmen Fernández Ochoa al aseverar que la gran villa tardorromana del siglo IV excavada en el yacimiento de Veranes, en la abadía de Cenero constituye un yacimiento matriz para el Prerrománico asturiano, aunque eludió referirse a los restos de la basílica paleocristiana que su colega Lauro Olmo Enciso había constatado con las catas que hizo en 1984.

Quien esto escribe ahora con una innegable emoción fue bautizado por Manuel Valdés Gutiérrez en su parroquia natal de la abadía de Cenero y sentado en su cuello -en el pórtico del templo que mi padre albañil ayudó a reconstruir- me transmitió por vía oral sus reveladores conocimientos magistrales. De ahí que me sienta orgulloso de que la historia le haya dado la razón con el paso del tiempo, aunque de manera oficial no se le haya reconocido.

Habitualmente así somos de ingratos los gijoneses.

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