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Pobre Manín

El infeliz Manín de la Carne Cruda es un verdadero cuadro de miseria. A las once de la noche recorre las calles de la población y, procurando albergue a todo trance, va observando los portales de las casas para refugiarse en el primero que encuentra abierto. Los escalones de las oficinas de Telégrafos, los asientos y las mesas de alguno de los fielatos de consumos sirven de refugio a ese pobre hombre desamparado.

La autoridad, la guardia municipal, ante los requerimientos de la prensa y de los particulares se encogen de hombros y se excusan de todo cargo, manifestando que Manín no quiere ir a ningún asilo y que ya estuvo en Casa de las Hermanitas escapando de él al poco de ingresar. Tal contestación es bien censurable. Demuestra no mucho convencimiento de la misión tutelar que la autoridad tiene.

Si Manín no quiere ir a ningún sitio, se le lleva por la fuerza. Por humanidad se le retira de la vía pública y se le conduce a donde debe ser. Al parecer cualquiera puede hacer lo que le dé la gana, y entonces cabe preguntar para qué es y para qué fue fundada la autoridad.

Diario "El Principado"

8 de septiembre de 1909

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