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Gijón en retrovisor

Tres años después del "Castillo de Salas" otro buque embarrancó en Santa Catalina

El ingeniero Galo Baizán consiguió que el carguero chipriota "Vakis Tsakiroglou" volviese a navegar José Antonio Madiedo creó un centro de control de tráficos marítimos en El Musel y alejó la zona de fondeo

El "Vakis Tsakiroglou", navegando de nuevo hacia El Musel. LNE

La oleada del hormigón que tuvo su estandarte estético en nuestro entrañable paseo de Begoña también llegó hasta el parque del Lauredal -con la ubicación allí de la gran obra escultórica de Manuel Arenas que tituló "Monumento a la Paz"-, que fue inaugurado oficialmente por el alcalde Areces sin que ni siquiera tuviesen la gentileza de invitar a asistir al acto al anterior alcalde Palacio, quien había sido el artífice para la recuperación de esos terrenos y el impulsor de ese gran parque, gracias al buen entendimiento que mantenía con su propietario, Julio Paquet, quien tras una tragedia familiar en El Lauredal no quiso volver a pisarlo y facilitó las cosas al Ayuntamiento. El nuevo parque tenía una superficie de veintidós mil metros cuadrados y se encuentra ubicado en un área de cincuenta y cinco mil metros cuadrados calificado como zona verde en el Plan General de Ordenación Urbana. El hormigón no solamente lucía en nuestras zonas verdes, sino que también cayó como una losa sobre nuestras cabezas otro embarrancamiento de un buque en la bahía de San Lorenzo.

Tal parece que los barcos tuviesen querencia hacia Cimavilla, pero una ola de indignación popular al no querer que se volviese a repetir una tragedia como la del "Castillo de Salas" que, desde entonces, cíclicamente seguimos padeciendo en el arenal de la playa de San Lorenzo.

Muchos seguimos hablando durante décadas sobre el carbón asturiano, pero no todos han querido comprender que el carbón importado desde Australia o desde Brasil, además de tener un precio muy por debajo del de las explotaciones en vertical de Hunosa, también posee un mayor valor calórico. Pero aquí seguimos empecinados en lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible; como decía Manolete: "Si no sabes torear, pa que te metes". Quizás no vendría mal que algunos de nuestros políticos insistiesen en buscar un futuro imposible al carbón, al no querer asumir que ya forma parte del "glorioso" pasado industrial asturiano. En la llamada "milla del conocimiento" ya hay el doble de trabajadores -y con muy alta cualificación en I+D+I, lo que ha abierto a la internacionalización en las empresas en que trabajan- que en Hunosa. Pero es que nunca queremos abrir los ojos a nuestra realidad.

La historia del naufragio del buque chipriota. El 16 de abril de 1989 el carguero chipriota "Vakis Tsakiroglou" embarrancó muy cerca del bajo denominado Canto de San Pedro, a quinientos sesenta y cuatro metros del cerro de Santa Catalina, tras haber perdido su ancla cuando se encontraba en el fondeadero de El Musel, en el primer muelle de Los Pórticos, a la espera de un punto de atraque para descargar 89.505 toneladas de mineral de hierro que desde Tubarão (Brasil) transportaba a Ensidesa. Todas las alarmas saltaron cuando fueron los técnicos de la multinacional holandesa Smit Tak los que realizaron un reconocimiento del carguero, ya que había sido la misma empresa que volcó impunemente miles de toneladas de carbón a la playa. El reportaje que hizo entonces la candasina María Teresa Álvarez para RTVE fue impecable y un gran testimonio histórico con imágenes de la barbaridad ecológica que estaban cometiendo. Siempre se ha dicho que una imagen vale más que mil palabras.

Gracias a la pericia del entusiasta ingeniero Galo Baizán, que fue contratado seis días después del embarrancamiento por la empresa Fondomar y aplicó la lógica para su rescate: tras aligerar la carga al alijar unas veinte mil toneladas de mercancía y lastrar el buque a la espera de una pleamar que ofreciese los calados necesarios para lograr que navegase de nuevo, lo que se logró veinticinco días después del suceso. Otro de los graves problemas a los que se tuvo que enfrentar Galo Baizán fue el de que en los tanques del buque chipriota había ochenta y dos toneladas de fuel-oil y ciento setenta y cinco toneladas de gasóleo. Aunque la suerte en esta ocasión con su posición en el embarrancamiento, dado que los tanques, en principio, no ofrecían peligro alguno, al quedar el granelero transversal al oleaje, por lo que los habituales oleajes no le afectaban tanto. No obstante, las precauciones fuieron máximas y los remolcadores de salvamento "Punta Salina" y "Alonso de Chaves" estaban preparados para trasvasar el combustible, a fin de evitar una nueva contaminación de la playa de San Lorenzo. Afortunadamente, en este tercer siniestro en la bahía, todo salió a la perfección, al no producirse vertidos de hidrocarburos, ni de mineral. El ingeniero Galo Baizán lo resumió de manera muy sencilla: "El 'Vakis' salió con el tirón del molinete del ancla".Todavía no es explicable la razón por la que el capitán del "Vakis Tsakiroglou", el griego Michael Lignos, fue encarcelado durante una semana por haber rechazo el ofrecimiento que se hizo del servicio de remolques antes de encallar. Eso sí, tras embarrancar frente al cerro de Santa Catalina reclamó la evacuación de toda la tripulación, que estaba compuesta por treinta y seis marineros. Tras retornar al puerto de El Musel, el buque chipriota fue embargado por la consignataria Casocobos, a fin de tratar de cobrar los ciento cincuenta millones de pesetas que se le adeudaba por diversos conceptos.

Madiedo creó un centro de control de tráficos marítimos en El Musel. Una vez más tuvo un papel fundamental en todo el operativo para encauzar el rescate el director general de la Marina Mercante, el gijonés José Antonio Madiedo Acosta, quien agilizó todos los trabajos administrativos, y no solamente eso, sino que paralelamente puso en marcha un centro de control del tráfico marítimo en el puerto de El Musel y alejó la zona de fondeo para tratar de evitar este tipo de percanes que tanto daño han hecho a la playa de San Lorenzo. De esa manera se complementaba de manera estratégica en Gijón el Centro de Control Marítimo del Finisterre, que había sido creado gracias al apoyo del ministro Abel Caballero con una dotación presupuestaria de cuatrocientos millones de pesetas.

Una "bandera azul" perdida en nuestra playa. Aquel verano de 1989 ya se padecía el descrédito contra la playa de San Lorenzo, dado que las autoridades le quitaron la "bandera azul", de la que tanto alardeábamos. A pesar de ello, los tradicionales bañistas que todo el año sumergen sus saludables cuerpos en las aguas en la zona de La Escalerona, sin importarles si llueve o nieve -ejemplares, son, desde luego- y dignos de una campaña turística para promocionarnos con la temperatura ambiental, algo que no todos gozan ni saben valorar, pasaron olímpicamente de la alertadora advertencia burocrática porque sus pituitarias son infalibles a la hora de valorar la contaminación real -que no oficial- de nuestra playa de San Lorenzo, tan castigada con tantos siniestros marítimos y las deficiencias de un alcantarillado al que, tres décadas después, se sigue sin encontrar solución para que las aguas negras no viertan en las costas gijonesas, ni se padezcan esas preocupantes "mareonas" marrones que tan mala imagen dan a Gijón.

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