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La cuarta fase de Ángel Aznárez

El exmagistrado gijonés, tras jubilarse, enfoca su vida a la literatura para "devolver a la sociedad lo que me ha dado"

Ángel Aznárez, en la redacción de LA NUEVA ESPAÑA de Gijón. JUAN PLAZA

Tras una intensa vida que le ha llevado, por fases, al Cuerpo Jurídico Militar, la Notaría y a magistrado del Tribunal Superior de Justicia de Asturias -todas ellas fruto, afirma, de la casualidad- el gijonés Ángel Aznárez se ha propuesto, tras un periodo de reflexión interna y profunda, a disfrutar en la recta final de "una buena vida". El Derecho ha sido piedra angular en su trayectoria, uno de sus grandes amores, pero con la literatura, una disciplina con la que siempre ha coqueteado en forma de artículos, siente que ha ido generando una deuda que ahora está dispuesto a saldar. El exmagistrado, jubilado desde octubre de 2019, entra ahora en la cuarta fase, más meditada y reflexiva, con la que pretende devolver a la sociedad todo lo que ha recibido en su vida. Lo hará en forma de libros, sostiene, para que esta cuarta etapa en la que ha entrado no sea "una mera contemplación de ese final".

La reflexión. ¿A qué me voy a dedicar? Esa fue la pregunta que generó en Ángel Aznárez su jubilación. Fueron momentos de meditación hasta que al final, convencido y habiendo logrado, en parte, "recuperar mi libertad de expresión" (de la que le privó su andadura por el TSJA), ha optado por centrarse en la Literatura. "Voy a vivir de la pensión del Estado, y eso es incompatible absolutamente a cualquier otro beneficio, es decir, todo lo que voy a hacer va a ser gratis", asegura. "Creo que es la oportunidad de darme a la gente sin pedir nada a cambio, sin entrar en las luchas entre la gente", apunta. Ese concepto filosófico de la gratuidad, "estupendo", es coincidente con la doctrina social de la Iglesia Católica, muy presente también en su carrera.

Al concluir su etapa de magistrado -"no hay nada jurídicamente que lo supere"- se abrieron varios frentes. "Hay que ser fiel a lo que uno ha sido, y eso es incompatible con la abogacía, con un despacho o con ir a los tribunales; trabajar a escondidas sería un fraude y eso es inconcebible", expone. En ese tiempo de reflexión, como es lógico, afloraron las dudas precisamente porque disfrutó de ese tiempo de meditación que en otros momentos relevantes de su vida brillaba por su ausencia. "Antes no hubo dudas porque fueron las circunstancias las que me hicieron pasar de una a otra fase", desvela Aznárez, que encontró en la Literatura la respuesta que buscaba.

Las etapas. En la parte inicial de su trayecto Aznárez fue fiscal y allí fueron muchas las vivencias. "Con unas no estaba de acuerdo, y eso planteó problemas que motivaron la segunda fase", matiza. La segunda etapa fue la de Notario, donde la casualidad volvió a jugar fuerte. "No es que yo quisiera ser notario, fue porque esas fueron las primeras oposiciones que pasaron por ahí; si hubiesen sido otras yo hubiese sido otra cosa", expone. "Del mismo modo que nunca imaginé que pasaría a la judicatura", desvela.

Su llegada al TSJA "se produjo porque unas personas muy próximas me dijeron que diera el paso y sobre la marcha dije que sí". "Pensé que era una decisión equivocada al principio, pero al final vi que fue acertada", confirma.

Los secretos. En sus cerca de cincuenta años de ejercicio profesional ha sido una persona "sujeta a los secretos profesionales". En todas sus etapas. "Hay cosas muy jugosas, secretos que si se supieran y revelaran sería muy atractivo, pero irán conmigo a la tumba", zanja. Han sido varios los ofrecimientos para que compartiera sus vivencias en torno a la Transición española, también en lo relativo a los pensamientos más íntimos que como notario le confiaron muchas personas o las deliberaciones con sus colegas magistrados en el TSJA. "Poco a poco me he ido educando en el secreto; en toda mi vida he tenido funciones diversas y muy importantes, pero nunca he cometido la falta de la indiscreción", asegura. De hecho, ni siquiera ha tenido nunca "esa tentación" ni cuando habla ni cuando escribe. "No me ha costado porque sería tan grave para mí ser indiscreto que sería inconcebible", expone.

La Iglesia Católica. Por un lado, el Derecho, por otro la literatura y, en el medio, la Iglesia Católica. "Me interesa mucho, fui educado en un colegio religioso y esa enseñanza religiosa ha sido muy importante en mi vida; también es objeto de estudio". Aznárez ha escrito mucho sobre el Papa Benedicto XVI, apenas del papa Francisco. Pero su mayor insistencia está "en la influencia que tienen los planteamientos religiosos en la vida política". "También la crisis enorme del fenómeno de la secularización; escribiré pronto sobre eso", anuncia. De hecho, este tema supone una enorme preocupación. "En religiones con clérigos, la falta de clérigos es algo catastrófico porque no existe transmisión de las nuevas generaciones de la Historia de la religión y la Iglesia Católica; dentro de poco no sabrán quién es Jesucristo", vaticina.

Caridad y justicia. "Son dos cuestiones distintas", dice Aznárez sobre la caridad y la justicia. "La caridad es un concepto religioso y la justicia es un concepto político; hay un término medio que es la equidad", explica. "Hay que procurar que la legislación se acerque a la justicia lo más posible", considera.

Orgullo. "No me gustan los grandes titulares", avanza Aznárez para responder a la pregunta sobre de qué está más orgulloso de toda su carrera profesional. "De lo que me siento es de haber hecho en todo momento lo que tenia que hacer, y lo que hay que hacer no va relacionado con el aplauso", responde al fin. "Hay veces que lo que hay que hacer es duro y exigente; yo fui número uno, pero no tengo medallas. No las quiero. No tengo premio alguno", recuerda. "Me interesa mucho el refrán de que la potencia del caballo no es la velocidad sino la capacidad de frenar en seco", reflexiona. ¿Qué quiere decir eso? "Me siento orgulloso de frenar en seco en ciertas ocasiones". ¿En cuáles? "Forman parte de los secretos", responde.

Arrepentimientos. Con la misma honestidad de la que antes hablaba, Aznárez afirma que "decir que no me arrepiento de nada no me parece responder a una realidad". "Internamente hay que arrepentirse porque la vida es éxitos y errores", estima el exmagistrado. Errores de los que "está llena la vida" y "de los que uno no debe arrepentirse. Pero una vida tan completa no puede entenderse sub esos errores. ¿Cuáles? "Durante un tiempo patrocinaba que a la hora de tomar decisiones todas debían ser muy pensadas, pero luego en mi vida hay decisiones que no dependieron de mi", sentencia en referencia a aceptar su puesto de magistrado en el TSJA.

El azar. El azar es uno de sus temas de estudio y quizás de un libro propio. "Muchas veces atribuimos al azar lo que no entendemos como causas, porque hay veces que el ser humano frágil es llevado a situaciones y en esas situaciones él se deja llevar, surfear, y a veces va al infierno y a veces al cielo", expone. "Ahí está la suerte", confirma Aznárez.

El final. . La cuarta fase en la que está inmerso nace con un dicho que asume como propio y que dice que es "más difícil que acabar es comenzar". "Es una fase donde he pensado mucho, una fase donde contemplas de forma inevitable el final de la vida", pero donde "el tiempo, que ya es más escaso que el dinero, es escasísimo; aquí todavía es mas escaso". Por tanto, "es una fase de mucha meditación, de pensamiento, hasta la muerte. Pero ojo, "es una fase donde puedes permitirte el lujo de hacerlo bien".

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