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El “cascayu” marca el paso en España

León es la última ciudad en optar por las coloristas peatonalizaciones de la era covid que Gijón ya ejecutó en el Muro

Paseantes en la nueva zona peatonal del Muro. | DANIEL MON

Los leoneses no se lo han pensado dos veces. Aún con el olor a pintura en el ambiente, invadieron ayer el peatonalizado asfalto de la avenida de Ordoño II. Uno de los ejes centrales de la vida social de esa ciudad se presenta ahora como un paseo de triángulos verdes y negros salpicado de notas de naranja, azul y fucsia en las jardineras del paseo.

La avenida Ordoño II de León.

León es la última ciudad que ha decidido aprovechar las exigencias de distancia que impone el coronavirus para dar un paso al frente en la reconversión de singulares espacios públicos en favor de los peatones. Y hacerlo con botes de pintura en la mano. Algo por lo que Gijón ya apostó hace unos meses con la semipeatonalización del paseo del Muro. A la eliminación de carriles de circulación rodada para aportárselos al tránsito peatonal y ciclista se sumó un juego de colores que generaron ese “cascayu” tan polémico como popular entre los gijoneses. El buen tiempo y una hostelería cerrada han llenado el renovado Muro de paseantes al tiempo que colectivos como StopMuro siguen su lucha para dar marcha atrás a esta iniciativa, que tampoco gusta entre la oposición municipal.

Proyecto en Almaería

Pero no son solo los cuadrados de Gijón o los triángulos de León. Estas acciones de urbanismo táctico que se estrenaron en grandes urbes de todo el mundo –Barcelona ha sido el ejemplo más visible en España– están ahora presentes en decenas de ciudades españolas de todos los tamaños y gobernadas por alcaldes o alcaldesas de todos los signos políticos. En la calle Sagasta de Logroño son semicírculos azules los que marcan la inclusión de la vía en la estrategia “Logroño, calles abiertas” y pequeños círculos amarillos fueron la apuesta de Salou para animar la peatonalización de algunas de sus calles más comerciales.

Proyecto en Vélez-Málaga

Juegos geométricos en calles del barrio de Txantrea en Pamplona, carriles verdes en la calle de San Vicente de Valencia, un psicodélico camino de Málaga en Vélez-Málaga o las estrellas que simulan antiguas baldosas hidráulicas en el paseo de Almería son otros ejemplos. Sin olvidarse de las siluetas de personas que Benidorm ha pintado en el suelo para señalizar cruces peatonales y que recuerdan bastante a esos iconos de niños jugando al balón entre casitas y coches que también se pueden ver en Gijón. Por ejemplo en la calle Ruiz Gómez que forma parte de ese corredor peatonal que une Begoña con el paseo del Muro.

Proyecto en Salou

En todos los casos colores y dibujos acompañan unos proyectos de peatonalización que nacen como experiencias de urbanismo táctico reversibles en el tiempo, pero que se convierten en la oportunidad de experimentar los beneficios que puede tener un nuevo modelo de ciudad donde el coche pierda protagonismo y los vecinos recuperen el control sobre el espacio público. Un modelo de urbanismo por el que parecen decantarse la mayor parte de los expertos y que busca revertir una realidad matemática en la que el coche ocupa el 70% del espacio público de las ciudades.

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