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"Forma Antiqua" y su reivindicación de la “movida” madrileña del siglo XVIII

La formación musical presenta en el festival un programa ecléctico y cargado de energía

El conjunto de “Forma Antiqva”, en el escenario del Antiguo Instituto.

Los hermanos Zapico nos tienen acostumbrados ya a programas originales con joyas desconocidas del patrimonio barroco español. Su trayectoria con “Forma Antiqva” cuenta con grabaciones y giras que han contribuido a visibilizar la música antigua española, dando vida a un repertorio que nada tiene que envidiar al del resto de la música europea, más allá del reconocimiento que le ha dado a esta última la historia. El lunes volvían al Festival de Música Antigua para presentar “Farándula castiza: cartelera instrumental de corrales y coliseos”, un programa premiado en FestClásica que recoge obras de compositores españoles e italianos que formaron parte del Madrid musical de mediados del siglo XVIII. Es este un momento en el que las influencias del barroco italiano estaban muy presentes y dialogaban con el espíritu galante de la música francesa y los ritmos populares de los bailes españoles. Un terreno fértil que Aarón Zapico no dudó en comparar con la Movida madrileña de la Transición, y una escena que contribuiría a perfilar tanto el tejido musical como los lenguajes de la música española del XIX.

Como no podía ser de otro modo, el programa del recital se caracterizó por el eclecticismo, y combinó acertadamente piezas con lenguajes muy dispares. Abrió el concierto la obertura de “Iphigenia en Tracia“ del español Joseì de Nebra, un allegro con todos los recursos del barroco tardío: progresiones armónicas y ritmos constantes para crear el característico “perpetuum mobile”, pasajes en eco bien ejecutados con los matices dinámicos y un acertado juego en la conducción de la obra, combinando enérgicos ataques de frase con breves y efectivas suspensiones del discurso musical.

El toque español más reconocible lo encontramos en los fandangos de compositores como Bernardo Álvarez Acero o Nicolaìs Conforto, que encuentran en el particular ritmo de este baile su mejor aliado para hacer avanzar la melodía con empuje y fuerza. La energía y la vitalidad fueron la tónica del concierto, pero hubo momentos para el sosiego, con ritmos pausados como los andantes de la “Sinfoniìa de La Nitteti“ de Conforto o el de la “ Sinfoniìa de Angelica e Medoro“ de Juan Bautista Mele, que sonó a modo de dúo de chelo y tiorba. También los minuetos de José Castel y Luiggi Boccherini dieron un respiro con su elegante avance en ritmo ternario, aunque en la mayoría de las obras predominaban los contrastes propios del barroco y signo evidente del vigor que caracterizaba a la escena musical madrileña del momento.

La interpretación de “Forma Antiqva” supo transmitir ese espíritu y se impuso a los problemas de afinación que el calor y la humedad provocaron en los instrumentos. El final del concierto llegó con una sonora y prolongada ovación que valió una propina. Es verdad que jugaban en casa, pero más allá de eso, el trabajo de estos músicos y su compromiso con el rescate de este patrimonio musical bien la merecían.

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