La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

De viaje con Jovellanos: Jovino, en el archivo de Simancas

El ilustrado gijonés descubre en el castillo de la localidad vallisoletana un fondo documental de gran valor a cargo de “solemnes holgazanes”

Castillo de Simancas.

Estaba Jovellanos el día primero de octubre de 1791 en Simancas visitando alguno de sus lugares más destacados, pero si en el anterior capítulo terminábamos el recorrido hablando de su magnífico puente, la visita a la iglesia no le va a la zaga, y se refiere Jovino a la de San Salvador y nos mencionaba que dentro de la iglesia veía un mausoleo, en su diario de aquella jornada lo narra así: “En el crucero, arrimado a la pared del lado de la epístola, enterramiento de los Alderetes, con sus armas y esta inscripción: Esta sepultura y capilla es perpetua de Isabel Hernández Alderete, y de su hijo Juan Gutiérrez Alderete, y de sus herederos”.

Familia con sus raíces heráldicas en Asturias y que con el paso de los siglos tuvo mucha fuerza ocupando algunos de sus miembros cargos importantes. Aquí en Simancas también tuvieron su pujanza, de ahí la presencia de esa tumba en la iglesia parroquial.

Sobre la citada iglesia nos comenta también, a parte de la tumba, lo siguiente: “Retablo mayor de buena arquitectura, y medallas de regular escultura colaterales, de la misma y mediana pintura. Altar cerrado; más abajo, en la misma pared, medalla que representa a la Virgen con su Hijo muerto en los brazos, San Juan y las Marías, de la misma mano que las del altar mayor, pero más diligentemente dibujada y ejecutada; la torre, antigua, como del siglo XII, nada más notable”.

La iglesia es tal cual la vemos hoy, del siglo XVI, de un estilo gótico final con influencia ya de carácter renacentista. Pero es totalmente cierta la aseveración que Jovellanos hace sobre la torre, ya que es realmente del siglo XII en un claro estilo románico. Es una hermosa torre de tres cuerpos de altura, con pórtico de medio punto y que conserva aún una rica decoración. Es de destacar en los otros cuerpos las ventanas geminadas conservadas y que están decoradas con capiteles de figuras antropomórficas. En el interior es digna de mención La Piedad, de Francisco de la Maza, discípulo de Juan de Juni y un par de retablos, uno de estilo plateresco que sería el mayor y otro renacentista, llamado de la Resurrección.

Pero si hoy día destaca Simancas es por su importantísimo archivo, y ya en tiempos de nuestro protagonista tenía enorme valor, así de bien y detallado lo cuenta Jovellanos en su Diario: “De aquí al castillo, situado en lo más alto de la villa, donde se halla el famoso archivo; es obra por lo general bien conservada, y en algunas partes añadida o remodernada. Hallamos al secretario D. Ayala, que nos acompañó a su reconocimiento con mucha atención. Consta de veinticuatro piezas con papeles, y otras tantas vacías bastante reparadas; unas y otras y los papeles no mal conservados; las bajas tienen dos pisos y estantes de madera con puertas; en uno y otro están divididos por una galería, por donde se anda y usa de los estantes altos; las altas, con estantes de ladrillo y algunos simples anaqueles de madera. Se encuentran desde luego los papeles del registro del sello desde 1475 a 1689, todo relativo a provisiones. Siguen los registros de cédulas reales desde 1498 a 1671; luego el que llaman del Patronato, donde hay cosas pertenecientes a la fundación de la Inquisición y la Cruzada, incorporación de los maestrazgos, concilios, concordatos, capitulaciones, testamentos y juramentos de reyes, etc.; otras piezas con papeles de Hacienda y Millones, desde 1590 a 1700; varias con papeles de mercedes y títulos de libranzas y cuentas y otros pertenecientes a Real Hacienda, su administración, recaudación y cuenta y razón, y entre ellos muchos libros de pesquisas, esencialísimos para nuestra historia civil y económica, pues contienen el estado de la población, agricultura, industria y rentas de los pueblos de la corona de Castilla en los fines del siglo XV y parte del XVI”.

Ingente colección documental alberga el archivo de Simancas, visita obligada para cientos de investigadores hoy día. Y es que el castillo, a su alto valor a nivel documental, une el alto valor histórico y artístico, de hecho fue en el siglo XV la familia Enríquez, Almirantes de Castilla, quienes ordenaron alzar la fortaleza en este lugar tan estratégico. Años después serían los Reyes Católicos, los que exigieron a los Enríquez entregar la fortaleza, dentro de su política de control de estos lugares, así pues pasó a manos de la corona.

Pero serían Carlos I y sobre todo su hijo Felipe II quienes transformaron el castillo en el depósito de guarda y custodia de los más importantes documentos del Reino, convirtiéndose así en archivo general.

Juan de Herrera y Francisco de Mora fueron claves a nivel arquitectónico en la realización de las obras para convertir la construcción en archivo. Y a lo largo de siglos como el XVII o el XVIII el edificio fue teniendo reconstrucciones y modernizaciones, en tiempos de Jovellanos fue Ventura Rodríguez quién los ejecutó.

Añade nuestro Jovino otro dato curioso sobre el organigrama que tenía el archivo con respecto a cargos internos, así nos dice lo siguiente: “En este archivo hay un secretario descendiente de Diego de Ayala, que fue el primer archivero, desde cuyo tiempo ha ido este empleo por sus hijos y nietos hasta el presente, que está soltero; su dotación es de catorce mil reales; tiene cuatro oficiales, el mayor con siete mil quinientos, un segundo con seis mil, el tercero con cinco mil y el cuarto con cuatrocientos ducados, y un portero secretario que es un buen hombre, muy atento y bien criado, pero a mi ver poco trabajador; los oficiales, unos solemnes holgazanes, y amén de eso, ignorantes y misteriosos hasta el fastidio, singularmente el llamado mayor. Asisten a esta oficina tres horas por la mañana y tres por la tarde en los días de Consejo, bien que hay asueto en las tardes los martes, jueves y sábados, pero es claro que nada se hace, sino las copias que valen dinero”.

Sin duda Jovellanos no se anda en rodeos en sus apreciaciones, pero el trayecto sigue y nuestro viajero sale de Simancas, pero en el diario nos lo cuenta así: “Comimos muy bien y descansamos. Tomando nosotros el coche a las tres de la tarde. Mala salida, y después de bajar buen camino, que es cañada real, el Pisuerga a la izquierda, el cual más abajo, doblando a buscar la cartuja de Aniago, que se ve como a menos distancia de un cuarto de legua, tropieza con el Duero, que sorbe sus aguas, mezclándose todas después con las del Adaja, que sólo pierde su nombre. Así, es refrán del país: ‘Yo soy Duero que de todas las aguas bebo, sino del Adaja, que me ataja’”.

Hermoso refrán el que nos deja al final de este párrafo don Gaspar y vemos que sale de Simancas hacia la confluencia del río Adaja con el Pisuerga y de este con el Duero, y justo en ese punto de mezcla de aguas se encuentra un lugar muy evocador aún hoy y que también cita Jovellanos, la Cartuja de Aniago.

Una espadaña elevada destaca en la distancia y nos indica la presencia de los restos de este lugar que evoca un pasado de esplendor, pero que hoy son unas ruinas.

Fue un obispo de Segovia llamado Juan Vázquez de Cepeda quien la fundó y quién posteriormente la dejó bajo el patronato de la que fuera reina, María de Aragón la esposa de Juan II de Castilla, así es como el monasterio empezó a ser regido por los Cartujos en 1441.

Solo conserva en la actualidad algo de la decoración en yeserías, y la citada espadaña, también conserva parte del claustro y algunas de las estancias de los monjes. Como en otros muchos casos fue la desamortización de Mendizábal la que dio inició al declive del lugar hasta pasar a ser un finca de carácter agrícola y privada donde no se planteó la salvación o conservación de los restos y donde hoy las ruinas solo son un recuerdo de aquel pasado donde reyes y reinas pasaron por aquí , y sus habitantes tuvieron gran poder e influencia.

El recorrido continua pero ya lo vemos en el próximo capítulo.

Compartir el artículo

stats