Cualquier paseante malintencionado podría pensar que Gijón ha entrado este verano en una vorágine arboricida. Primero, y sin previo aviso, se acabó con dos tamarindos del Muro porque supuestamente estaban secos. La tala se produjo cuando empezaban las obras en el paseo, aunque dicen en el Ayuntamiento que lo uno nada tuvo que ver con lo otro, que solo fue una coincidencia temporal. Y ahora, las autoridades competentes se están planteando muy en serio darles serrucho a los tilos de Begoña porque, debido a su naturaleza, que ya tenían cuando los plantaron, producen una sustancia que mancha la acera. Habrá que esperar a un informe sobre el gasto que implican las labores de limpieza y el que conllevaría cortar por lo sano el problema. Así de primeras y a falta de una explicación más técnica, la solución propuesta vendría a ser como matar moscas a cañonazos.
