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Un amigo se nos va hacia la casa del Padre

Adiós a un hombre entrañable, buen amigo y gran compañero

Parodiando la expresión del poeta, me atrevo a empezar con ella este sentido “in memoriam“, al separarnos de un amigo entrañable, que lo ha sido de verdad, Isidoro Cortina del Frade, admirable persona en su honesto quehacer. Ha culminado sus días aquí en la tierra, para iniciar una etapa nueva, aquel cuya amistad somos muchos los que disfrutábamos. Una llamada de teléfono me trajo la noticia: Isidoro ha fallecido. “Dios lo tenga en su gloria y le conceda el descanso eterno”, musité a modo de responso. Los suyos más cercanos aguardábamos –parentela y amigos todos– la triste nueva. Agotado por la enfermedad, Isidoro Cortina partía hacia la casa del Padre. La vida de aquí abajo culminaba; otra nueva vida, ésta ya sin término, se iniciaba entre esperanzas de gloria eterna e ilusiones de otra sin fin. Agotábase la presente, después de tantas idas y venidas por esta Asturias de sus amores y de sus querencias siempre tan llenas de esperas, de esperanzas y de sentir cristiano

Conocí a Isidoro en momento en que él se encontraba en su salsa, en lo que era la pasión de su dedicación fuera del trabajo y de la familia, la entrega a su ocio favorito, la fotografía de las obras de arte, de la que Asturias estaba tan llena a rebosar. El día aquel hallábase Isidoro en ámbito para mí tan querido: el Santuario de la Virgen de Lugás, para mí, de tan entrañables querencias; para él, me confesó, objeto de personales devociones y de regustos de estéticas, difíciles de colmar.

Supe de él cómo le había entrado esa pasión por la fotografía de las obras de arte al servicio de la fe en Cristo. Había contado de años atrás con un buen maestro: el Padre José María Patac de las Traviesas. En el alma de Isidoro, joven todavía entonces, aquel contacto con el Padre Patac fue todo un signo de que el arte merecía se le hiciera entrega para enriquecer la fe. Y así, al unísono o al alimón, el cura y el laico aplicado, enriquecieron los archivos de Gijón de tanta imagen hurtada a las estéticas del arte, para perseguirlas en logros de hermosuras sin medida.

¡Cómo me agradaría que el director me concediera páginas y más páginas para explayarme sin limitaciones ni cortapisas en este grato participar recuerdos y vivencias de cercanía con nuestro Isidoro, en esta mañana en que el amigo del alma ha emprendido la carrera hacia el abrazo del Padre Dios! El lunes, el amigo entrañable, el bueno de Isidoro, nos dejó. Él, el hombre bueno, el buen cristiano, el buen hijo de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana, el buen amigo, el buen compañero, el buen esposo y padre, el buen... todo lo que se puede en punto a lo bueno, descansa ya en la paz de tu Señor. Tú, sí, Isidoro Cortina del Frade, llanisco de Pría y gijonés de adopción, gijonés de ese Gijón que nunca te acostumbrarías a dejar del todo. Hoy para esta presente vida has fallecido ya y pides al Padre, como Don Miguel, que “te meta en su seno, dulce hogar, al que llegas cansado de tanto bregar”.

Siéntete acogido en el abrazo del Padre Dios y, si puedes, pídele que deje hacerle una fotografía de esas que tú tan bien hacías, y, mejor todavía, mándanosla, para que conozcamos mejor a ese Padre, que nos ama y es nuestro amigo, como esperamos lo esté viendo tú ya, tal cual en realidad es, lleno de gloria. Pídele su misericordia y que te acoja en su esplendor. Gloriosos, sin fin, en esa gloría definitiva, donde descanses en su inextinguible paz. Amén.

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