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Eduardo Viñuela

Crítica / Música

Eduardo Viñuela

Nacho Vegas exhibe contundencia en Gijón

El músico gijonés llena el teatro Jovellanos en la presentación de su nuevo disco

Cada vez que Nacho toca en Gijón el lleno parece asegurado, pero en esta ocasión la cita tenía un halo especial. Era la presentación de su nuevo álbum, “Mundos inmóviles derrumbándose”, pero también el reencuentro con su público tras la pandemia y en un teatro Jovellanos abarrotado en el que se respiraba la emoción incluso antes de que todo arrancara. Lo pudieron comprobar Leticia Baselgas y Rubén Bada, “L-R”, que abrieron el recital a golpe de jotas y muñeiras con un público entregado. El post-folk que este dúo lleva años fraguando a fuego lento reinterpreta la tradición, y fue el aperitivo perfecto para una noche que, sin duda, será recordada en la escena musical local.

Nacho Vegas exhibe contundencia en Gijón

El del viernes fue un concierto por todo lo alto: escenografía, juego de luces, coro y banda al completo, y aquí pudimos ver la transformación del sonido en su directo. Con su actual formación Vegas suena más contundente, más incisivo, apuesta más por un juego de guitarras en el que destaca la inventiva maximalista y la creatividad de Joseba Irazoki, así como la versatilidad de Juliane Heinemann, un acierto también en el apoyo vocal. Así, los temas de trabajos anteriores cobraron más fuerza y los nuevos se vistieron de distintos matices que hacen crecer la amplia paleta de estilos que conjuga la música de este gijonés. La gira empezó hace poco más de un mes, pero el rodaje de febrero deja una banda bien engrasada y un directo consistente listo para conquistar todo tipo de escenarios.

El inicio con “Belhart” fue toda una declaración de intenciones, con un firme avance, sílaba a sílaba, en el estribillo apoyado por las voces de su inseparable coro Al altu la lleva. Esta tónica se mantendría en otros temas del repertorio, como “La séptima ola”, donde el peso de la canción otorga al estribillo un cierto carácter épico. Pero no todo fue contundencia; el clásico “Ser árbol” sonó acertadamente casi desnudo y en acústico, dejando todo el protagonismo a una melodía redonda. Vegas también sabe jugar con la declamación para dar afecto a sus letras, como demostró en el discurrir trabado de “Hablando de Marlen” o en el vals “El don de la ternura”, donde desplegó toda su retórica, prolongando melodías, dividiendo palabras y estilando sílabas. Especialmente interesante resultó “Big crunch”, con un patrón de music hall y la perfecta secuenciación de estrofas casi declamadas que desembocan en estribillos coreables.

Entre los temas más celebrados no faltó “Ciudad vampira”, ese retrato de un triste Gijón en el que Vegas aprovechó para reclamar “un pulmón para el solarón”; también “Muerre´l branu”, canción de John Prine adaptada al asturiano por Pablo Texón que sirvió para reivindicar la oficialidad de la llingua. Y, ya en la recta final, “La pena o la nada” o “El hombre que casi conoció a Michi Panero”, cerraron el concierto con todo el teatro puesto en pie.

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