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Javier Gómez Cuesta

Don Fernando, con cromosoma vip de gijonés

En el adiós a Fernando Fueyo, un cura volcado con los pobres, misionero de vocación, sportinguista de pro y conocido con cariño como “culo inquieto” en el Seminario de Comillas por su capacidad para movilizar al resto

Por la izquierda, Javier Gómez Cuesta y Fernando Fueyo, durante una bendición de las aguas de la bahía gijonesa en San Pedro.

Recibió el bautismo en la parroquia de San Pedro y fue al colegio de San Eutiquio. Gijonés hasta la médula, con cromosoma identificativo, en el ser y en el hacer. Tenía todas las virtudes de esta tierra y los defectos eran por exageración de las virtudes. Quería estar en todo y satisfacer y dar gusto a todos. Practicaba la espiritualidad del sí. Si no estaba, le buscaban, sabían que Fernando era el hombre del sí. Los pobres y desamparados sabían de su generosidad y acudían a su puerta, unos de verdad y otros con mentira. ¡Cuántas veces le engañaron!

Le conocí en el Seminario y Universidad de Comillas, en la que cursó toda la carrera sacerdotal, donde también se formó y estudió su hermano mayor José Manuel (fue párroco del Espíritu Santo), muy distinto en talante y carácter de él. Fue como siempre fue él, activo, primario, espontáneo, generosos, hospitalario, servicial, desprendido, follonero, de facilísimas y amplísimas relaciones, detallista... Estaba y organizaba todos los acontecimientos movilizando a todas las personas. El mote cariñoso que se ganó en Comillas fue “culo inquieto”. Y allí ya lanzaba su grito de guerra “¡Aúpa, Sporting!”

Luego coincidimos en el Seminario de Oviedo como profesores y formadores. Revolviendo lo indecible gestionó obtener carnés a buen precio del Real Oviedo para todos los seminaristas pequeños y mayores para poder ir al campo los domingos de partido. Traía a jugadores para entrenar y dar charlas a los chavales, Marigil y Mesa eran como de casa. Participaba en grupos de montaña y cada día recibía encargos de celebraciones de misas para cubrir en las parroquias que repartía en la veintena de moradores en aquel tiempo en el Prau Picón. Cuando vino a Gijón y le recordaban la etapa ovetense y oviedista, se disculpaba diciendo que era un pecado de juventud, había sido algo coyuntural.

El sacerdote (segundo por la derecha), tras su ordenación en 1962

De Fernando se podía escribir un libro edificante y divertido de muchas páginas con sus anécdotas. Me voy a limitar a lo que han sido sus dos mayores amores: la misiones, concretamente en Burundi, y el Sporting del que fue su capellán y soñador.

Recuerdo la cena en el Seminario con el arzobispo Makaraquiza. Este obispo de Gitega, en el centro de Burundi, simpático y santo, venía buscando misioneros ante la buena situación para evangelizar que se presentaba en ese pequeño país ubicado en el mismo corazón de África. Después de escucharle, Fernando espontáneo y primario, le lanzó una mirada a Yayo (Ángel Eladio) y le dijo: ¡Yayo, vamos tú y yo! Fueron grandes amigos que se complementaban. Yayo quedó sobresaltado y sorprendido, pero le contestó: ¡Hale, lo pensamos! Poco tiempo después, en septiembre de 1970, estaban los dos en la Misión de Ntita, aprendiendo el idioma kirundi y comenzando sus primeros pasos de misioneros. Además del trabajo parroquial, crearon cooperativas y levantaron un hospital... y formaron dos equipos de fútbol con nombre asturiano: Sporting y Real Oviedo, bien equipados desde los equipos matrices que enviaron los uniformes y balones identificativos. Con ellos, esa misión fue también una parroquia y un apéndice de Asturias. Las guerras étnicas y fratricidas espantosas pusieron final a esa preciosa gesta de la iglesia asturiana. Fernando siguió con medio corazón allí, enviando toda la ayuda posible, ambulancias, ropa, dinero... Quiso inmortalizarlo en un libro que publicó recientemente: “No te olvides de Burundi”, en el que se relata esa experiencia misionera que tanto le marcó para siempre.

Oficiando una misa en San Nicolás de Bari. | Marcos León

El otro amor, es público, notorio, conocidísimo, publicadísimo... ¡El Real Sporting de Gijón! Ser su capellán significó para él más que el premio Nobel o el Balón de Oro. Creo que nadie gozó y sufrió tanto en El Molinón. Merece el nombre de una puerta! Para celebrar los goles llevaba un frasco-petaca con un licor dulce de hierbas que hacia circular por todo su alrededor. Veía un partido distinto, las faltas del Sporting eran todas del contrario... Se pasaba bien a su lado oyendo sus ocurrentes comentarios. Conocido es su juramento: “¡Por Quini!” del fue gran amigo. Lo fue de todos los jugadores, eran su familia deportiva, y guardaba relación con muchos de ellos, Juanjo, Villa, Luis Enrique... de los que celebraba sus acontecimientos familiares. Con devoción les invitaba a rezar el “Padre nuestro” pidiendo la ayuda-suerte divina.

No se puede dejar atrás su parroquia del San Nicolás del Coto, que él creó, logrando con su simpatía y su mucho entusiasmo levantar en poco tiempo el nuevo complejo parroquial, lugar se resonancia de vivencias y problemas del lugar, animando con muchas iniciativas, como el campamento de Rodiezmo, una escuela de valores y amistades, los viajes anuales por España y el extranjero, concursos, asociaciones... la fiesta de patrono el 6 de diciembre y la comida multitudinaria con premios y sorpresas. La Parroquia hizo barrio, comunidad. Suya es la jaculatoria: “¿Cuándo nos falló San Nicolás? ¡Jamás!”.

Se va a notar su ausencia. Ha sido una persona con carisma, que se hizo presente en muchos acontecimientos personales y ciudadanos, medalla de plata de Gijón en 2007. Un cura trabajador y bueno. Los buenos van al cielo y son intercesores. Suplicará al Señor que bendiga a Gijón y, sin duda, al Sporting para que suba pronto a primera división.

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