Igual que Cuba no es el infierno ni el paraíso, aunque dentro y fuera de la isla haya vehementes adeptos de cada una de las dos versiones, Fidel tampoco fue sólo uno. Armando Ramírez, físico nuclear, cubano residente en Asturias desde hace un cuarto de siglo, busca un punto intermedio también al recapitular la trayectoria de Fidel Castro como un compendio que tiene "luces y sombras, como él mismo ha reconocido. Puso a Cuba en el mundo, hizo cosas importantes por el pueblo cubano" y apadrinó un proceso revolucionario que "despierta pasiones" encontradas, una colisión de veredictos extremos en la que la película cambia radicalmente cuando hablan los damnificados del régimen, por ejemplo "víctimas de expropiaciones, personas despojadas de empresas o negocios levantados con mucho esfuerzo, que no lo van a perdonar en la vida".

Eso es Cuba, dice, y después de 25 años en España "quiero hablar del país con mucho respeto". "Sería injusto que diera mi valoración en función de cómo me ha ido a mí". La única certeza es la controvertida confrontación de pareceres. Con respecto a Fidel hay, de un lado, "muchas personas perjudicadas por las acciones de un gobierno que pudo haber sido extremista" en algún momento de liderazgo de "revolucionarios jóvenes sin experiencia política"; del otro están "las capas más desfavorecidas de la sociedad cubana, que se beneficiaron de la generalización del acceso a la educación, a la medicina, a los servicios básicos?".

Llegados a este presente sin Castro, con el país en proceso aperturista y el viejo revolucionario apartado desde hace años de la primera línea política, la desaparición del libertador o el tirano tendrá, al decir de Ramírez, escasa repercusión en el futuro de las relaciones exteriores de la isla. Ahí "los ritmos los marca Estados Unidos", afirma, y "en Cuba tienen estudiado cómo tendrían que reaccionar".