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¿El fin de la tolerancia holandesa?

La amenaza de un partido que se autodenomina liberal

¿El fin de la tolerancia holandesa?

Al frente de su llamado Partido por la Libertad, un hombre está contribuyendo a echar por tierra la tradición de tolerancia que distingue desde hace siglos a los Países Bajos.

Es cierto que como toda potencia colonial, y Holanda lo fue también en Asia y el Caribe, el país tiene también un pasado de explotación y violencia racista del que avergonzarse.

Pero no lo es menos que Holanda acogió en su día lo mismo a judíos sefardíes de origen ibérico- uno de sus descendientes fue el gran Baruch Spinoza- a librepensadores y filósofos como Descartes y a hugonotes y demás minorías perseguidas durante las diversas guerras de religión.

Y es esa tradición liberal, de la que se beneficiaron tantos europeos, corre ahora peligro por culpa de un fuerte movimiento populista, actualmente encarnado por el político Geert Wilders, a quien algunos llaman ya el "Donald holandés", en referencia al actual presidente de EEUU.

Wilders es continuador de una campaña racista, básicamente islamófoba, iniciada a finales de los años noventa por Pim Fortuyn, asesinado en 2002 por otro blanco, defensor de los derechos de los animales.

El temor a un nuevo asesinato, como el del que también fue víctima en 2004 el cineasta Theo van Gogh a manos de un islamista de origen marroquí , ha obligado a Wilders a vivir continuamente rodeado de fuertes medidas de seguridad y totalmente aislado de sus conciudadanos.

"Geert Wilders ha renunciado a su libertad, para luchar por las nuestras. Es la definición de un héroe", rezaba el tuit de uno de sus admiradores, que el propio político se encargó de difundir en internet.

Al igual que Donald Trump, Wilders se está sirviendo sobre todo de Twitter en su campaña - tiene cerca de 800.000 seguidores- y cuando faltan sólo días para las elecciones generales aparece casi empatado en los sondeos con el partido del actual primer ministro, Mark Rutte, de la derecha liberal.

Y, sin embargo, a la pequeña Holanda no le va económicamente nada mal, al menos si se compara con otros países europeos: su economía crece más de un 2 por ciento anual, baja el desempleo, sus exportaciones van viento en popa y hay menos desigualdad que en otras partes.

Nada de lo cual impide que en ese país de 17 millones de habitantes haya cientos de miles de ciudadanos dispuestos a votar a ese político de ideas extremistas, que quiere prohibir el Corán, clausurar las mezquitas, cerrar las fronteras a la inmigración e incluso sacar a Holanda de la Unión Europea.

Wilders no considera el islam una religión sino una ideología militante - el Corán es para él un libro "fascista", al mismo nivel que "Mein Kampf", de Adolf Hitler- , y sus continuos ataques sobre todo a la comunidad magrebí del país son incendiarios.

El líder del Partido por la Libertad ha logrado convencer a muchos de sus compatriotas de que los musulmanes quieren acabar con las costumbres, la cultura y las viejas libertades holandesas.

Es con todo difícil, aunque el suyo resultase el partido más votado, que Wilders lograse formar gobierno: son muchos los del arco parlamentario holandés y en su mayoría rechazan una eventual coalición con aquél.

Lo más preocupante en cualquier caso es el fuerte corrimiento hacia la derecha que está provocando en los demás partidos, fenómeno parecido a lo que ocurre en otros países europeos donde no dejan de crecer los populismos xenófobos.

Así, lo mismo el gobernante Partido Popular por la Libertad y la Democracia, de Rutte, que los cristianodemócratas, que han gobernado el país durante 25 de los últimos 40 años, amenazan con hacerles la vida cada vez más difícil a los inmigrantes.

"Aquí tenemos unos valores y si no te gustan, vete del país", reza una carta dirigida a la comunidad musulmana que publicó en la prensa el propio jefe del Gobierno. ¡Adiós tolerancia!

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