La primera ministra británica, Theresa May, no ha conseguido el rotundo apoyo que pretendía de los países miembros de la UE, reunidos el jueves y ayer en Consejo Europeo, en la adopción de medidas de respuesta al envenenamiento en Reino Unido, el pasado día 4, del espía ruso Serguéi Skripal y de su hija Yulia.

Durante la cena del jueves, los líderes europeos acordaron llamar a consultas al embajador de la UE en Rusia, lo que implica una clara llamada de atención diplomática. Sin embargo, el paso siguiente, la adopción de medidas contra Moscú, ha quedado relegado a la próxima semana y en términos más nebulosos.

Los dirigentes comunitarios emitieron una declaración conjunta en la que estiman "muy probable" que Rusia esté detrás del ataque, que condenaron sin ambages. En consonancia con ese margen de duda que se deja abierto respecto a la autoría, la conclusión que se desprende de las declaraciones de mandatarios europeos y de las opiniones de funcionarios comunitarios es que sólo algunos países de la UE están dispuestos a adoptar la semana que viene medidas como la expulsión de diplomáticos rusos. Austria ya ha mostrado su oposición, mientras que Dinamarca, Polonia o Chequia se han pronunciado a favor.

El otro punto político importante de la agenda del Consejo, que estuvo muy marcada por la guerra de aranceles desencadenada por EE UU (véase sección de Economía), fue el "Brexit". En una reunión a 27 celebrada ayer, los dirigentes comunitarios fijaron las líneas rojas para la negociación de la relación futura con Londres, que comenzará en abril, y subrayaron que cualquier acuerdo deberá contar con el visto bueno de España para su aplicación a Gibraltar.

Los líderes europeos advirtieron de futuras "fricciones" comerciales, que se harán especialmente evidentes en Irlanda por la voluntad común de no restaurar una frontera dura en el interior de la isla. Por lo demás, los reunidos dieron su visto bueno a un periodo de transición de 21 meses para dar tiempo a empresas y ciudadanos a prepararse para sus consecuencias.