Nuevas hostilidades en el Cáucaso

Azerbaiyán aprovecha la crisis entre Rusia y Armenia para encender el Alto Karabaj

Bakú asegura que no detendrá su ofensiva hasta que el enclave de mayoría armenia se desarme y disuelva sus instituciones separatistas

Bombardeo en una ciudad del Alto Karabaj.

Bombardeo en una ciudad del Alto Karabaj. / Adrien Vautier

Ricardo Mir de Francia

Los cañones vuelven a retumbar en el Alto Karabaj, el enclave secesionista en territorio azerbaiyano que ha dado pie a dos guerras entre Armenia y Azerbaiyán. Las tropas de Bakú lanzaron el martes una “operación antiterrorista” con bombardeos de artillería y drones sobre la capital del enclave y varios puntos cercanos a la llamada línea de contacto que separa a las partes desde el armisticio de noviembre de 2020. El régimen de Ilham Aliyev describió inicialmente la ofensiva como una respuesta a la muerte un día antes de 11 azerbaiyanos por la explosión de dos minas que atribuyó a “grupos de saboteadores del ejército armenio”. No fue hasta más tarde cuando clarificó sus intenciones a través de un comunicado de su presidencia: la operación no se detendrá hasta que el Alto Karabaj se desarme y “se disuelva el régimen ilegal” que lo administra.  

Entre los buenos conocedores de la región, la sorpresa por lo sucedido es relativa. La última guerra entre las partes se saldó en noviembre de 2020 con una arrolladora victoria de Azerbaiyán, un país rico en hidrocarburos, apoyado por Turquía y armado por Rusia e Israel. En tan solo seis semanas, logró recuperar casi todo el territorio que Armenia había ocupado dentro de sus fronteras desde 1994, cuando concluyó la primera contienda entre ambos. Pero a aquel pastel le faltó la guinda: el corazón del Alto Karabaj, una región de mayoría armenia que ha pugnado desde los años noventa por unirse a la madre patria o, como mínimo, por ser independiente. No lo ha conseguido por falta de reconocimiento internacional, pero sí ha logrado autogobernarse desde entonces con apoyo de Ereván. Un ‘estatus quo’ que Bakú quiere ahora destruir para siempre para recuperar el control integral de su soberanía.

El objetivo es legítimo. El problema es que Bakú está tratando de hacerlo por la fuerza sin esperar a que el enquistado proceso de paz dé frutos. Se siente fuerte. No solo porque está mejor armado y tiene aliados más beligerantes, sino porque Rusia parece haber claudicado de sus obligaciones para garantizar la seguridad en la región. Unas obligaciones que adquirió al mediar en el último armisticio, que incluyó el despliegue de 2.000 tropas de intermediación rusas en la región, encargadas de preservar el alto el fuego y garantizar la libertad de movimientos entre Armenia y el Alto Karabaj.

Violaciones del alto el fuego

Nada de eso, sin embargo, ha ocurrido. Con el Kremlin distraído en su brutal guerra de conquista en Ucrania, Bakú se ha dedicado a lanzar intermitentes ataques sobre sus enemigos, al tiempo que sitiaba el Alto Karabaj con un bloqueo que dura ya diez meses y amenaza con matar de hambre a la población armenia del enclave. Huelga decir que en Armenia, aliado tradicional de Moscú, la frustración es máxima. “Los armenios están decepcionados por la falta de apoyo de Rusia”, afirma Marie Dumoulin desde el European Council on Foreign Relations. “El contingente ruso en el Alto Karabaj no ha sido capaz de prevenir ninguna de las acciones militares de Azerbaiyán desde alto el fuego de 2020 ni impedir que bloqueara el corredor de Lachin”. Ese corredor es el cordón umbilical que une el enclave con Armenia. 

Todo eso ha hecho que el presidente armenio, Nikol Pashinyan, quien llegó al poder tras la revolución prodemocrática del 2018, se embarcara en un arriesgadísimo pulso con Rusia, cuyas consecuencias podría estar pagando ahora. En una reciente entrevista con ‘La Reppublica’, Pashinyan afirmó que su país empieza a saborear los “frutos amargos” del “error estratégico” que ha supuesto dejar casi completamente la seguridad de Armenia en manos de Moscú.

La misma capital que tendría que haber acudido a su rescate en septiembre del año pasado, cuando Azerbaiyán lanzó otro ataque de envergadura sobre territorio armenio que dejó 400 muertos en ambos bandos. Eso dicen al menos las cláusulas de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC), un organismo de defensa colectiva que Rusia lidera y al que Armenia pertenece junto a otras cuatro exrepúblicas soviéticas. Desde entonces Pashinyan no ha dejado de manifestar su frustración con hechos.

Armenia se aleja de Rusia

Después de negarse a acoger unas maniobras previstas de la OTSC en su territorio, no tuvo reparos en aceptarlas con EEUU. También impulsó la ratificación del Estatuto de Roma en el Parlamento armenio, una propuesta que, de prosperar, convertiría a Armenia en miembro de la Corte Penal Internacional (CPI). La iniciativa busca poner un precio a los potenciales crímenes de Azerbaiyán, pero ha enfurecido a Rusia, dado que, entre otras cosas, el CPI ha emitido una orden de arresto contra Vladímir Putin. Para acabar de colmar el vaso, la primera dama armenia visitó recientemente Kiev, donde ofreció ayuda a Ucrania. 

“Es posible que este Gobierno acabe rompiendo las relaciones con Rusia, pero habrá sido solo este Gobierno, que está trasladando al Cáucaso Sur la misma dicotomía entre Rusia y Occidente que impera en Ucrania”, dice el exdiputado armenio, Tevan Pogoshyan, quien se siente tan decepcionado con Moscú como con las políticas del presidente Pashinyan. “En Rusia hay tres millones de armenios, de modo que deberíamos buscar soluciones que no compliquen la vida a nuestra diáspora”, añade desde Ereván.

El Kremlin ha tomado nota de la irreverente osadía de Pashinyan y, como se preguntaba anoche ‘The Times’ londinense, no habría que descartar que Putin haya dado luz verde a Azerbaiyán para lanzar su ofensiva y acabar de una vez por todas con el conflicto del Alto Karabaj. Entre los armenios del enclave, el terror es generalizado. Creen que Bakú no se detendrá hasta expulsarlos o pasarlos a cuchillo, una potencial operación de limpieza étnica que hace revivir los fantasmas del genocidio que el pueblo armenio sufrió hace un siglo.

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