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Maruja Moutas, la mujer libre que pintó la alegría de la vida

La artista ovetense afincada en Madrid, fallecida esta semana, realizó a lo largo de la segunda mitad del XX una obra que pasó del expresionismo al lirismo

"Linares" (a la izquierda), óleo de 1956; "Bodegón con caracola" (arriba) y "Santa María del Mar" (debajo), tres obras de la misma época.

La pintora asturiana Maruja Moutas murió el pasado 30 de junio en Madrid a los 98 años. Su mundo plástico figurativo se desarrolló en el bodegón, el paisaje y el retrato, desde un inicial expresionismo hasta un lirismo final. Fue una artista autodidacta y una mujer de carácter a la que le gustó vivir con una libertad que contradijo parte de su educación y también con una autoconsciencia de las limitaciones que le supuso esa formación conservadora dedicada a hacer de ella una mujer casada. No se casó, aunque en la posguerra tuvo un noviazgo de cuatro años con Antonio Buero Vallejo, entonces un joven dramaturgo.

La pintura le interesó muy pronto, pero tardó en llegar a ella. Era hija de José María Moutas Merás, diputado por Oviedo de la CEDA en las Cortes de la República. Creció en la calle Uría, frente a las casas del Cuitu, y comenzó a dibujar a los 14 años con Eugenio Tamayo. El estallido de la Guerra Civil la alejó de Asturias y de la pintura y la llevó a Madrid en la posguerra.

No recuperó la formación artística hasta 1951, con 35 años, cuando se matriculó libre en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando y comenzó a frecuentar las tertulias del Café Gijón y a relacionarse con los integrantes de la Escuela de Madrid. En 1953 pintó en el estudio de Pedro Mozos y entre 1965 y 1967 acudió a clases de grabado y esmalte en la Escuela de Artes y Oficios Artísticos. Además de pintura hizo ilustración para libros y revistas.

"Soy una mujer que podría haber sido muchas cosas y que no fui ninguna porque me faltó base". Rechazó la abstracción, que estaba tan de moda, porque "nunca me pareció bien", declaró a LA NUEVA ESPAÑA en unas memorias dictadas hace cinco años, "¿por qué tienes que hacer una cosa para que no la entiendan?".

1957 fue un año importante para ella: hizo su primera exposición individual en la galería Abril de Madrid y recibió el premio "Sésamo" de pintura. En Oviedo, su ciudad natal, expuso por primera vez en 1964, en la galería Cristamol.

El Museo de Bellas Artes de Asturias le dedicó una exposición monográfica en 1983 y atesora tres obras de la artista: un paisaje, un bodegón y un autorretrato.

La Consejería de Cultura de Asturias organizó en 2004 la exposición "Artistas asturianas 1937-1976", en la que sus obras aparecían junto a las de Blanca Meruéndano, Marixa, Berna, Mercedes Gómez-Morán, Rosario, Trinidad Fernández, Amparo Cores, Covadonga Romero, Pepa Osorio y Begoña Fernández. Asistió a la inauguración de la muestra en Oviedo.

Sus dos últimas exposiciones en Oviedo fueron en la galería Guillermina Caicoya y en Dasto. Realizó cerca de cuarenta exposiciones individuales y una veintena de colectivas. Su obra está también en el Museo Reina Sofía de Madrid.

Decía de su trabajo: "Me gustaría ser clásica, es lo más sereno y elegante que hay, pero no lo soy, porque estos tiempos no lo son tampoco". "En principio sólo me importaba la belleza, ahora lo que más me importa es la vida, la alegría de la vida".

La alegría permanece en sus cuadros.

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