La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Las libélulas dan color al verano

El sol, el calor y la abundancia de presas concentran en los meses estivales la breve vida adulta de un espectacular grupo de insectos, representado en Asturias por medio centenar de especies

Las libélulas dan color al verano

Las libélulas son insectos de verano. Algunas ya vuelan en primavera y otras lo siguen haciendo mediado el otoño, pero es ahora, durante los meses más cálidos, cuando disfrutan de condiciones idóneas: les gusta el sol y hay gran abundancia de alimento (son cazadoras de otros insectos voladores, principalmente mariposas, moscas y mosquitos).

Por eso en los meses estivales es cuando más se las ve. Por eso y porque, como las personas, buscan el agua, aunque no para refrescarse sino porque en ella se aparean, ponen sus huevos y se crían sus ninfas (un proceso que puede tomar hasta tres años), y también es ahí donde encuentran la mayoría de sus presas. Por lo general, dependen de aguas dulces estancadas o remansadas, pero algunas especies toleran cierta salobridad y otras se han adaptado a las corrientes.

No todas las libélulas son libélulas o, para ser más exactos, no todos los odonatos (el orden de insectos al que pertenecen, cuyo significado etimológico describe uno de sus rasgos anatómicos: "mandíbulas dentadas") son libélulas. Esta denominación se corresponde con el grupo de los anisópteros; otras formas, clasificadas como zigópteros, se conocen vulgarmente como caballitos del diablo. Unas y otras son fácilmente reconocibles como "libélulas" frente al resto de insectos por sus grandes ojos compuestos, que ocupan la mayor parte de la cabeza, por sus largos y finos abdómenes y por sus dos pares de alas membranosas y nerviadas; sin embargo, entre ambos grupos existen importantes diferencias morfológicas y biológicas. Para distinguir entre libélulas y caballitos por su aspecto hay que atender básicamente a la cabeza, más prominente en las libélulas, con ojos igualmente más desarrollados, y a su posición de reposo: con las alas extendidas en horizontal, las libélulas, y plegadas en vertical o a lo sumo entreabiertas, los caballitos del diablo.

Medio centenar de especies de odonatos habita en Asturias, apenas un 1 por ciento de las 5.700 descritas en el mundo. Son seres antiguos, con 250 millones de años de historia, que aumentan a 325 si se considera a sus ancestros inmediatos, los Protodonatos, con formas gigantescas que alcanzaban los 75 centímetros de envergadura. Los odonatos no presentan proporciones tan colosales (la mayor especie actual, centroamericana, tiene una amplitud máxima de alas de 19,1 centímetros), pero no dejan de ser insectos imponentes y espectaculares. Aparte de su vivo colorido -predominan los tonos rojos, verdes y azules-, uno de los rasgos más llamativos de libélulas y caballitos del diablo son sus extraordinarias facultades voladoras, únicas entre los insectos por su capacidad de variar bruscamente de dirección y de efectuar picados. Los odonatos también vuelan hacia atrás y quedan sostenidos en un punto sin moverse, aunque ésto sólo pueden hacerlo durante menos de un minuto, ya que prolongar más tiempo es esfuerzo les provocaría un sobrecalentamiento. Su velocidad de vuelo supera los 50 kilómetros por hora. Ese dominio del aire, sumado a su aguda visión, hace de ellas eficaces cazadoras, bien desde posaderos o en pleno vuelo; en ambos casos, atrapan a sus víctimas con sus poderosas mandíbulas, ayudándose de las patas, dispuestas hacia delante y cubiertas de espinas.

Al tratarse de animales de sangre fría, necesitan calentar su cuerpo, posadas sobre ramas o rocas, con las alas extendidas, antes de alzar el vuelo; no obstante, deben evitar calentarse en exceso, para lo cual se refugian a la sombra o adoptan una postura característica ("de obelisco"), con las alas caídas y el abdomen hacia arriba, que reduce la superficie corporal expuesta a la radiación solar.

La temperatura, pero en este caso la del agua, es un factor esencial en la aparición de los adultos, sujeta también a la disponibilidad de alimento. Los cambios temporales y geográficos en estos dos factores se reflejan en una notable variabilidad de las fechas de vuelo de unas regiones y de unas temporadas a otras. La metamorfosis de la ninfa en adulto suele producirse a primera o última hora del día; inicialmente, los ejemplares recién metamorfoseados muestran una coloración más apagada que los maduros, a los que se igualan gradualmente. La vida adulta de estos insectos es efímera: entre ocho y 60 días (sólo una de las especies presentes en Asturias es capaz de sobrevivir al invierno en esta fase), es decir, menos de un verano, mientras que como larvas pueden vivir hasta seis años. Precisamente, esa larga vida larvaria multiplica el impacto de la destrucción y la alteración de los humedales donde tienen lugar los procesos de la reproducción sobre las poblaciones de libélulas y caballitos del diablo. De otro lado, el aumento progresivo de las temperaturas ha permitido la ampliación del área de distribución de algunas especies, entre ellas "Anax imperator", "Aeshna affinis" y "Sympetrum fonscolombii". A su vez, la proliferación de humedales artificiales ha favorecido a "Lestes viridis".

Compartir el artículo

stats