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Gaviotas echadas a la calle

La población de gaviota patiamarilla afincada en Oviedo, que comienza a suscitar quejas vecinales, tiene su origen en el basurero de la ciudad y se mantiene por la oferta urbana de comida fácil

Gaviotas echadas a la calle

La presencia de gaviotas en Oviedo se ha vuelto molesta. Los vecinos de algunos barrios de la ciudad se quejan del ruido que ocasionan, especialmente durante la noche, y piden medidas de control. El año pasado se empleó un halcón de cetrería para "solventar" el "problema" y el remedio -sostienen- funcionó. En realidad, el "problema" de las gaviotas se genera cuando los pollos vuelan junto a sus padres, en pleno verano (es entonces cuando se forman las algaradas nocturnas, estimuladas por la luz artificial), y desaparece por sí sólo cuando los jóvenes se dispersan con el cambio de estación. El resto del año su conducta es más discreta, aunque son aves ruidosas, de voz estentórea, y "sucias", por sus excrementos y por sus hábitos basureros. No obstante, la población ovetense es pequeña y las perturbaciones están localizadas. Otra cuestión es el porqué de la presencia de gaviotas en una ciudad, y concretamente en una ciudad del interior. La respuesta tiene que ver tanto con el estilo de vida urbano como con la idiosincrasia de la gaviota patiamarilla, la especie que reside y se reproduce en la comunidad.

Como principio general, las aves colonizan o desechan un territorio determinado principalmente en función de la disponibilidad de alimento. Así, la gaviota patiamarilla llegó a Oviedo atraída por su basurero, repleto de desperdicios aprovechables: comida inagotable y fácil de obtener. Ese maná también ha sido el responsable del crecimiento exponencial de la población asturiana y española de esta especie en los últimos cuarenta años e, indirectamente, de la colonización de los asentamientos humanos, pues el aumento de la población saturó los islotes costeros y obligó a las aves reproductoras "excedentarias" a buscar nuevos emplazamientos para anidar. Los tejados de los edificios son soportes perfectos.

Las medidas para impedir el acceso de las gaviotas a los basureros han frenado parcialmente la expansión demográfica, pero en las ciudades sigue habiendo desperdicios suficientes para que su atractivo persista. Las gaviotas han aprendido a extraer desechos comestibles de las bolsas de basura depositadas en los cubos callejeros y han descubierto otra fuente de alimento igualmente atractiva y fácil: los desperdicios que accidental o intencionadamente se acumulan en las vías públicas. Las más osadas incluso roban alimento en las terrazas de los bares y, si tienen ocasión, de manos de las personas. Son aves oportunistas e inteligentes que se amoldan fácilmente a nuevas circunstancias y que exploran nuevos recursos.

El hecho es que la gaviota patiamarilla ya forma parte de la fauna urbana. El conflicto que plantea su presencia tiene que ver con el ruido, la suciedad, la salubridad e, incluso, con el miedo a potenciales ataques. Unas molestias relativas y directamente proporcionales al tamaño de la población, que en Oviedo es muy pequeña, nada que ver con las 650 parejas de Gijón ni con las 2.000 que llegó a haber en Vigo. En todo caso, como son aves notorias, grandes y atrevidas, enseguida disparan las alarmas sociales. Las ciudades en las que se han afincado suelen recurrir a la retirada de nidos, pero la única forma eficaz de parar a las gaviotas es limitar su acceso a los residuos. Con todo, las carroñas de animales atropellados y la abundante población de palomas, cuyos huevos y pollos depreda, y a las que da caza, bastan para que el exilio urbano merezca la pena.

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