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El extraordinario pez luna

El mayor pez óseo del planeta, con un peso de hasta 2,3 toneladas, es una de las maravillas biológicas del Cantábrico, donde los ejemplares gigantes como el capturado en el Cabo Peñas son muy raros

El extraordinario pez luna

Se llama "Mola mola" porque su forma discoidal recuerda a una piedra de moler, una referencia que también explica su nombre español de pez luna, aunque igualmente podría atribuirse a su llamativa costumbre de flotar de costado en la superficie, de la que procede el apelativo inglés de "sunfish" o "pez sol". Este hábito, una invitación a las aves marinas para que se acerquen a desparasitarlo (su piel sufre con frecuencia infestaciones de parásitos), es una de sus muchas peculiaridades, aunque las más obvias son su atípica forma y el gigantesco tamaño que puede alcanzar y que lo convierte en el mayor de los peces óseos del planeta: 2.300 kilos, tres metros de longitud y cuatro metros de alto (entre las puntas de las aletas dorsal y anal) son sus medidas de récord. No obstante, los ejemplares gigantes, como el capturado hace unos días en el Cabo Peñas, de media tonelada de peso, son rara avis, aquí y en la mayor parte del área de distribución de la especie, ampliamente difundida en aguas tropicales y templadas; solo puntos concretos, como Bali, las islas Hébridas, en Escocia, y el Mar de Alborán tienen el privilegio de contar con su presencia regular. En Asturias no es infrecuente (de hecho, se ve a menudo a pocas millas de la costa), pero solo ejemplares de pequeño tamaño, con el diámetro de una rueda de coche o de una tapa de alcantarilla.

La forma discoidal (el cuerpo está comprimido lateralmente) y la atípica disposición y forma de las aletas (carece de las pelvianas, la dorsal y la anal están muy retrasadas, y la caudal se reduce a un estrecho pliegue carnoso) convierten al pez luna en una extravagancia. Y no son sus únicas rarezas morfológicas: sus dientes están fusionados formando una suerte de "pico de loro" y posee una gruesa piel, de ocho centímetros de espesor, que actúa como un escudo frente a eventuales depredadores, de modo que sólo algunos grandes tiburones y las orcas se pueden permitir dar caza a los ejemplares de mayor envergadura (los jóvenes están expuestos a más enemigos por razón de tamaño). Su forma de moverse es igualmente inusual, pues se desplaza a trompicones, lentamente, a veces incluso girando sobre sí mismo, al azar de las corrientes; no es, en fin, un pez de movimientos gráciles. Incluso su dieta es extraña: principalmente medusas (un alimento insípido y poco nutritivo, que por eso mismo debe consumir en grandes cantidades), complementadas con otros organismos del zooplancton. Esa preferencia alimentaria es una de sus mayores ventajas y su mayor amenaza: resulta conveniente por la creciente proliferación de medusas inducida por el calentamiento del océano y dada la escasísima competencia por el recurso, y peligrosa porque no pocas veces ingiere plásticos que confunde con medusas y que llegan a matarlo.

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