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Il Gesú

La iglesia de la Contrarreforma

Il Gesú

Siempre me ha parecido que las leyendas, anécdotas o sucedidos curiosos aportan un valor añadido a los lugares en los que se desarrollan. La verdad es que poco o nada necesita la iglesia de Il Gesú para aumentar su atractivo, pero lo cierto es que la leyenda contada por Stendhal eleva a cotas insospechadas la belleza del templo o la fuerza evangelizadora de los Jesuitas.

Ideada por San Ignacio de Loyola en 1551, y a pesar de que Miguel Ángel se ofreció para diseñarla de forma altruista, la iglesia de Il Gesú no sería una realidad hasta 1584 (muerto ya el fundador de la Compañía de Jesús).

El proyecto fue encomendado a Giacomo Della Porta y Jacopo Vignola. Construida de acuerdo con las normas emanadas de Trento, Il Gesú se convirtió en el ejemplo más claro de la Contrarreforma, siendo modelo a imitar por miles de iglesias en todo el mundo.

Il Gesú fue el primer templo creado en Roma por los Jesuitas, que lo convirtieron en la iglesia madre de la orden. El edificio anexo fue hasta 1773, año en el que se suprimió la Compañía de Jesús, la residencia oficial de los distintos Prepósitos Generales, manteniendo vivo, de esta forma, el recuerdo del fundador que aquí vivió y murió.

He tenido la suerte de poder grabar en las habitaciones ocupadas por San Ignacio cuando realizaba para TVE uno de los programas de "Mujeres en la Historia", el dedicado a Isabel Roser, la mujer que un día se presentó en Roma porque quería ser jesuita y que ante la indecisión y después negativa de Ignacio, no dudo en escribirle al Papa Paulo III para que ordenara que la admitieran en la recién aprobada congregación.

Fue precisamente un nieto del Papa Paulo III, el cardenal Alejandro Farnesio, cuñado de Margarita de Parma (hija natural de Carlos V), quien financió la construcción del templo. Su nombre y escudo figuran en la fachada y su tumba se encuentra situada en el suelo delante del presbiterio. Cuentan que fue el propio cardenal quien decidió ser enterrado en este lugar sin ningún tipo de ostentación. Claro que en un principio el interior de la iglesia estaba dominado por la austeridad. Un interior transformado en el siglo XVII, y que hoy deslumbra por su fastuosa decoración barroca; mármoles, bronces, plata, oro y maravillosos frescos aparecen ante la mirada asombrada del visitante nada más abrir la puerta, porque al carecer de nártex el acceso es inmediato.

El templo, de planta de cruz latina con una sola nave central, sorprende por su novedad. Las naves laterales son sustituidas por capillas bajo arcos y custodiadas por artísticas y decorativas rejas. Pero lo verdaderamente impresionante es la decoración de la cúpula y los frescos del techo.

La cúpula que proporciona una gran luminosidad al crucero se levanta sobre cuatro pilares en los que se encuentran los frescos de los cuatro evangelistas.

El grandioso y espectacular fresco del techo, el "Triunfo del nombre de Jesús", de Battista Gaulli, ha obligado a los responsables del templo a colocar un espejo en el que poder mirarlo y no terminar con las cervicales destrozadas.

Especial mención merecen las capillas, entre las que destaca como auténtica joya la de San Ignacio, que ha sido realizada por el jesuita Andrea Pozzo y en la que se guarda el cuerpo del santo. Nunca el azul del lapislázuli me pareció tan sugerente como en este lugar.

Capillas todas para recrearse en su hermosura. Horas y horas se pueden pasar desmenuzando uno a uno los detalles de su rica decoración, aunque la que para mí reúne un mayor atractivo es la dedicada a la Madonna Della Strada. En el centro del reducido espacio que ocupa la capilla, se encuentra un precioso icono de la Madonna. Una imagen medieval de la Virgen con el Niño Jesús. Una imagen que San Ignacio veneraba de forma especial porque a ella estaba dedicada la iglesia en la que los primeros jesuitas iniciaron sus predicaciones y que se encontraba en el lugar en el que hoy se alza Il Gesú. Una imagen a la que tantas veces se habrán encomendado en momentos complicados de sus vidas y ante la que, según he leído, juraron sus votos solemnes San Ignacio y sus cinco compañeros. Una imagen que se ha convertido en la Madre de la Compañía de Jesús.

De ahí la situación especial de la capilla de la Madonna Della Strada, entre la de San Ignacio y el altar mayor. Decorada en el siglo XVI por el jesuita Giuseppe Valeriani, es un ejemplo de finura y buen gusto. En todas las paredes aparecen frescos en los que se muestran distintas escenas de la vida de la Virgen.

Otra de las capillas, la segunda por la derecha nada más entrar, atrae a los españoles porque en ella se encuentra la tumba del español padre Arrupe, Prepósito de la Compañía entre 1965 y 1983.

En definitiva, se puede afirmar que Il Gesú es una espléndida sinfonía barroca, que nunca dejará de despertar admiración. Todos los días a las cinco y media de la tarde, suena una música para crear el ambiente idóneo en el que escuchar fragmentos de la conversión del fundador. A continuación, el cuadro del retablo del altar de la capilla de San Ignacio va desapareciendo poco a poco para dar paso a la figura de éste, ante la admiración de los asistentes que allí permanecen ajenos al tiempo.

No resulta extraño pues lo que cuenta Stendhal.

La verdad es que en la plaza donde está la iglesia casi siempre sopla el viento al confluir en ella tres calles. Pero a Stendhal le contaron que ésa no era la causa de que el aire deambule inquieto por la zona, ya que según escribe en su libro "Paseos por Roma" ello se debe a que el viento un día que caminaba por Roma con el diablo, al pasar por este lugar se detuvieron ya que el diablo deseaba entrar un momento en Il Gesú y le pidió que le esperara.

Al cabo de los siglos parece que el diablo, o bien convencido por la labor de un buen jesuita o subyugado por tanta belleza, decidió quedarse para siempre, porque el viento no se ha ido y sigue esperando.

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