Halloween. La noche de las brujas. Noche de muertos. El significado y el formato actual de la fiesta (31 de octubre) proceden del mundo anglosajón, aunque sus raíces se hunden en la cultura celta, en el Samhain, la celebración que cerraba la temporada de cosechas (en la misma fecha), y en la conmemoración cristiana del día de Todos los Santos (1 de noviembre). La religión intentó suplantar la festividad pagana y en el siglo XX la industria del entretenimiento, el cine, se la apropió y la convirtió en un cuento de miedo, una fantasía de terror. No obstante, se mantiene su esencia como franja temporal de contacto entre el mundo de los vivos y el de los muertos. Una alquimia en la que juegan un papel importante los animales. Así, el macho cabrío y el gato negro simbolizan la encarnación diabólica, y en ellos se transformaban también las brujas, aunque podían elegir muchas otras bestias. Precisamente, hay varias especies o grupos de especies que se han relacionado con las artes oscuras, con la brujería, con la muerte. Por lo general, criaturas nocturnas, como la lechuza (la coruxa por su nombre popular asturiano, una de cuyas acepciones es la de bruja, y de la que se dice que olfatea a los difuntos y anuncia la muerte de los enfermos), los búhos (igualmente aves de mal agüero) y los murciélagos (el mito del vampiro), pero también agoreros córvidos negros (cuervo grande, corneja negra), así como anfibios y reptiles: los sapos, la salamandra (la sacavera, nombre que también designa a las brujas, y a las personas malignas y maledicentes) y las culebras, todos ellos estigmatizados por sus hábitos rastreros, su piel viscosa y/o su carácter venenoso (ya sea real o supuesto) desde las bíblicas maldiciones de la expulsión de Adán y Eva del Paraíso y las diez plagas de Egipto.
