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Análisis

Las elecciones de la pandemia someterán el mandato de Trump al juicio definitivo

El demócrata joe bIDEN sigue siendo favorito en las encuestas para una convocatoria caracterizada por el masivo voto adelantado y sobre la que planea el miedo a que su resultado tarde tiempo en conocerse

Trump y Biden, en su tormentoso primer debate el 29 de septiembre

Suele decirse que las elecciones presidenciales de EE UU son las únicas en las que, en espíritu, votan millones de ciudadanos de todo el mundo. Pues bien, el aserto es más verosímil que nunca respecto a las de este martes, 3 de noviembre. Ese día, los estadounidenses tendrán que escoger entre dar su aprobación a los cuatro años de mandato de Donald Trump, el presidente más insólito que recuerdan, o negársela. Un plebiscito, en suma. Un plebiscito que, en plena pandemia, ha disparado el voto anticipado, equivalente ya a más del 60% del total de 2016, lo que augura una participación récord. Y que, de ser perdido por el magnate, llevaría a la Casa Blanca al demócrata Joe Biden, vicepresidente con Obama entre 2009 y 2017.

Biden, quien con 78 años al jurar su cargo se convertiría en el presidente de más edad que ha tenido EE UU, sigue siendo el favorito de las encuestas. El pasado viernes, el promedio nacional establecido por RCP le daba 7,4 puntos de ventaja sobre Trump (51,1%, frente a 43,7%) para gozo de la legión de detractores del magnate dentro y fuera del país.

Sin embargo, esta cifra, más allá de reflejar una tendencia, no significa nada. No solo porque las encuestas fallaron estrepitosamente en 2016, cuando pronosticaban la victoria de Hillary Clinton frente a Trump, sino también porque el martes no se disputa en EE UU una elección nacional, sino 50 elecciones estatales y una más, la celebrada en la capital, Washington (Distrito de Columbia).

Cada Estado tiene asignado un número de compromisarios equivalente a la suma de sus senadores (2) y sus representantes. El conjunto forma el Colegio Electoral, compuesto por 538 compromisarios, así que el ganador será quien se alce con al menos 270 miembros del Colegio Electoral. Ahora bien, salvo en Maine y Nebraska, no hay repartos proporcionales. Quien gana en un Estado, aunque sea por un solo voto, se lleva todos sus compromisarios.

Los archivos y hemerotecas enseñan que la mayoría de los estados suele ser fiel a unos colores durante décadas. California y Nueva York, por ejemplo, son sólidos feudos demócratas, mientras que Texas lleva votando republicano desde 1984. A dos días de las elecciones, se considera que Biden tiene garantizados 118 compromisarios y Trump solo 57, cifras que se elevarían hasta 216 y 125 si se suman las victorias más o menos probables de uno y otro. Quedan pues, salvo las inevitables sorpresas, 197 compromisarios en abierta disputa, correspondientes a una docena de estados en los que las firmas de encuestas no acaban de ver claro.

De ahí que la atención de los analistas, y la de los candidatos a la hora de programar sus mítines, se centre en esa docena de “Estados bisagra”, cuyo electorado, muy dividido, unas veces se inclina por los demócratas y otras por los republicanos. Para la convocatoria del martes seis de ellos están considerando “grandes bisagras”, por su alta indefinición y por su número de votos electorales: Florida (29), Pensilvania (20), Michigan (16), Carolina del Norte (15), Wisconsin (10) y Arizona (11). De todos ellos, que en conjunto suman 101 de los 270 codiciados compromisarios, el más relevante es Florida, cuyos 29 delegados igualan los de Nueva York y solo son superados por los 38 de Texas y los 55 de California.

Florida dio la victoria, sentencia judicial por medio, a Bush junior frente a Gore en 2000, y fue ganada por Obama en 2008 y 2012, y por Trump en 2016. Ahora mismo, el promedio de encuestas RCP asegura que Biden tiene allí una ventaja de 1,2 puntos. O sea, nada. Empate. En consecuencia, y aunque Ohio (18), que también marca empate, tiene fama de ser el Estado donde quien gana se hace al final con la Presidencia, todo parece indicar que conquistar Florida será un salto de gigante. El digital prospectivo “538” aventura incluso que si gana Biden sus posibilidades crecerán un 99%, y que si, en cambio, es Trump el vencedor las suyas subirán un 39%.

En todo caso, Biden goza de claras ventajas en Michigan (6,5%) y Wisconsin (6,4%), está algo más débil en Pensilvania (4,3%), la tumba de Clinton en 2016, y empata en Arizona y Carolina del Norte, según datos del viernes. De modo que, si no falla en sus presuntos feudos, tendría al alcance de la mano los 54 compromisarios que le faltarían. Siempre según unas encuestas que, por otra parte, pronostican que los demócratas retendrán la Cámara de Representantes, conquistada en 2018 y renovada por completo cada dos años. También les dan los sondeos serias posibilidades de arrebatar a los republicanos la mayoría en el Senado, que renueva un tercio de sus escaños y donde la relación actual es de 53 a 47.

Estas son las principales proyecciones para un plebiscito donde se juzga la ejecutoria de un presidente que, hasta el estallido de la pandemia, tenía razonables probabilidades de éxito gracias a la buena marcha de la economía. Pero, desde marzo, una recesión sin igual en un siglo, las protestas raciales contra la violencia policial y los más de 230.000 muertos por covid-19 le han ensombrecido el panorama.

Al disipar los logros económicos –el paro del 3,5% en 2019 ha subido al 8,5%–, la pandemia ha vuelto a desnudar a Trump, un magnate quebrado y sociópata, diagnosticado como narcisista maligno y, según sus colaboradores, incapaz de ejercer su cargo, entre otras cosas, por su dificultad para asimilar información.

Trump arrastra un legado en el que destaca un país profundamente dividido y presa del odio, un panorama geopolítico muy inestable, con unos EE UU más débiles y desprestigiados que hace cuatro años

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Déspota nepotista y mentiroso compulsivo, Trump arrastra un legado en el que destaca un país profundamente dividido y presa del odio, un panorama geopolítico muy inestable, con unos EE UU más débiles y desprestigiados que hace cuatro años, un comercio internacional vapuleado y un modo autoritario de gobernar que desprecia la división de poderes, descalifica por sistema a los medios e incluso no se compromete a aceptar una derrota el martes.

Frente a él, Biden, un centrista moderado de gran sonrisa y poco carisma, puede resumir su programa –social y ecológico sin alharacas– en un único punto: echar a Trump y, de paso, llevar por primera vez a una mujer, Kamala Harris, a la vicepresidencia. Claro que, encuestas al margen, no está claro que el miércoles de madrugada se sepa si lo ha logrado. Salvo victoria arrasadora del demócrata, las acusaciones de Trump de que el nutrido voto por correo es fraudulento auguran una larga cadena de reclamaciones que acabarán ante un Supremo modelado a su medida. Por no hablar de que varios estados clave seguirán recibiendo el sufragio postal hasta este viernes.

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