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Mercedes Fuertes Catedrática de Derecho Administrativo de la Universidad de León

“Las instituciones públicas en España están destrozadas, muy deterioradas”

Mercedes Fuertes.

“Metamorfosis del Estado. Maremoto digital y ciberseguridad” es el nuevo libro de Mercedes Fuertes, catedrática de Derecho Administrativo de la Universidad de León, en el que afronta el asunto clave de la transformación del Estado ante la revolución digital y la protección frente a nuevas amenazas. Mercedes Fuertes destaca que la democracia es un sistema muy delicado, que los políticos deben cuidar.

–Qué haya que invertir mucho dinero, público y privado, en ciberseguridad ¿Es consecuencia de que cada vez estamos menos seguros, que somos más vulnerables a un enemigo muy poderoso e invisible?

–Hay que ser conscientes de la necesidad de atender a nuestra ciberseguridad. Son muchas, variadas y mudables las amenazas. A lo largo de la Historia de la Humanidad, ciertos avances han originado la incorporación de nuevas medidas de seguridad. ¿Hemos de recordar ejemplos de cómo ha ido cambiado la estructura de los primeros vehículos y los actuales con cinturones, airbags, frenos automáticos y cantidad de sensores para evitar accidentes? Pues en el uso de tantos dispositivos y en la navegación por Internet hay que adoptar unas mínimas cautelas.

–¿Tantos son los riesgos?

–Los riesgos son inmensos (suplantaciones de identidad; secuestro de sistemas como han podido comprobar en Gijón y en muchos ayuntamientos; pérdida de los ahorros y una larga lista. Hay que anotar, además, una diferencia. En una carretera podemos encontrar un kamikaze, por Internet son miles de millones de aparatos los que nos pueden atacar en un segundo, incluso, una sola persona puede paralizar el funcionamiento de infraestructuras básicas.

–¿Cuales son las olas que anuncian maremoto a las que usted se refiere en el título de su libro?

–Hay muchas corrientes que pueden incrementar el oleaje y, siguiendo con el símil náutico, poner en riesgo la pequeña barca en la que navega la civilización. Muchas personas se dejan llevar por bulos sin contrastar la información, falacias que se quieren hacer pasar por “verdades alternativas”, lo que está acentuando la desintegración social, algo muy grave. Y ello sin hablar de los “metaversos” donde se prima el capricho y puede degenerar en una falta de responsabilidad. Además de las amenazas sobre las que me ha preguntado sobre seguridad, preocupa también la tendencia de la inversión desordenada en miles de “criptoactivos”, que reducen la eficacia de las medidas de política financiera; así como un mal desarrollo de los procesos de automatización (esa llamada “inteligencia artificial”).

“Todo lo que ha rodead las noticias sobre los espionajes supone una llamada de atención”

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–El “Caso Pegasus”, el espionaje a miembros del Gobierno de España mediante un sofisticado sistema, está provocando una impresionante turbulencia política en el país, hasta el punto de poner en riesgo la legislatura, tal vez sea una apreciación hiperbólica pero ¿está en peligro la democracia?

–Ninguna hipérbole. Todo lo que ha rodeado a las noticias sobre “los espionajes” constituye una llamada de atención: desde la muestra de la fragilidad de los gobernantes, hasta la turbia expansión de determinadas informaciones pasando por cómo se ha manchado la actuación de buenos profesionales que trabajan en el Centro Nacional de Inteligencia. La democracia es un sistema político muy delicado, que los responsables políticos han de cuidar.

–¿No lo están haciendo?

–Han de ejercerse con honestidad y rigor las funciones públicas dirigidas a garantizar el interés común y general, no el particular o partidista. Hay que trasladar a los ciudadanos una información correcta para que adviertan la complejidad de tantas perspectivas en juego que hay que integrar. Para que la democracia se desenvuelva de manera adecuada es imprescindible una buena educación ciudadana, un sentido crítico y una creencia en sus valores. De ahí que esté muy preocupada por la situación actual en España. Las instituciones públicas están muy deterioradas, destrozadas, malogradas.

La supuesta mayor libertad de que disponemos gracias a las nuevas tecnologías se antoja un espejismo, recibimos sólo la información que conviene a nuestra ideología, seleccionada y filtrada. Se jalean unas opiniones y se bloquean otras. ¿Son los ciudadanos consciente de este encarcelamiento?

–Es difícil generalizar pero sí tengo la impresión de que bastantes personas sólo quieren moverse en un ámbito conocido, escuchar lo que quieren oír, desechando otras opiniones y aspectos. Se están encerrando en una burbuja de sesgada información y concretos vínculos privados y luego… se encrespan cuando se busca información para mejorar “lo común”. Un ejemplo: el griterío que se orquestó cuando el Instituto Nacional de Estadística informó de que había pedido a las grandes empresas de telecomunicaciones datos sobre la movilidad. ¡Si se estaban gestionando de manera absolutamente anónima, agregada, con el fin de analizar la solución de atascos, planificar nuevas líneas de cercanías y autobuses…! Se discute que las Administraciones públicas tengan datos para mejorar los servicios esenciales y, sin embargo, se entregan desnudos, todos sus datos, gustos, caprichos a empresas privadas para mantenerse en una especie de “zulo”, un ámbito cerrado de comunicación e información. Hay que releer “Un mundo feliz” de Huxley.

“Para estar informados hay que acudir al trabajo de periodistas con criterio”

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–Internet ha modificado la concepción del espacio y el trato directo entre las administraciones y los administrados. ¿La fría ventanilla electrónica es otro Gran Hermano al que tendremos que sucumbir sin remedio?

–Es cierto que la comunicación telemática con las Administraciones ha mejorado algunos trámites. La Agencia Tributaria es un buen ejemplo de cómo facilita información, asistencia o el cumplimiento de nuestros deberes. No hay gran hermano en la Administración pública porque, a pesar de que tantos organismos tienen muchos datos, el sistema de interconexión incorpora una serie de garantías para justificar la transferencia. Sin embargo, tras la pandemia estamos viviendo un notable deterioro de la atención ciudadana: ¡las oficinas públicas no atienden de manera personal salvo que se haya pedido una cita electrónica! ¿Y si vives en un pueblo sin acceso a Internet y te acercas ese día a la ciudad para resolver varias gestiones? ¿Y si no tienes un dispositivo de estos que llaman “inteligentes”? Hay que facilitar el acceso a Internet a todos los ciudadanos pero también hay que facilitar que aquellos que no quieran someterse a una “aplicación informática” reciban el trato adecuado. La pandemia ha supuesto gran retroceso en el trato a los ciudadanos, por la técnica y por la falta de educación que se extiende.

–Usted defiende la necesidad de considerar el acceso a internet como un auténtico y autónomo derecho fundamental. ¿Cómo arbitrarlo?

–El acceso debe ser un derecho fundamental ya que Internet es el cauce actual para el desenvolvimiento de libertades públicas, ejercicio de otros derechos, adecuada prestación de servicios públicos. Los organismos internacionales están impulsando varias declaraciones al respecto. Por el momento hay que insistir en que todos los ciudadanos, vivan donde vivan puedan contratar un servicio de acceso adecuado en estos días. La Unión Europea señaló que en 2020 tendríamos que contar con una velocidad de 30 G y en España todavía hay zonas sin acceso. Desde hace años el Principado de Asturias ha hecho un gran esfuerzo y muchos fondos europeos han extendido la red.

–Habla de la metamorfosis del Estado en los inicios del siglo XXI, el paso de Leviatán a Proteo; de un Dios poderoso a otro versátil. ¿Cómo enfrentarse a esa nueva deidad?

–Siendo conscientes de la situación geopolítica en que vivimos que, incluso, la Unión Europea es pequeña frente a las grandes potencias pero que, en todo caso, debemos insistir en consolidar este gran proyecto europeo porque aspira a mantener una sociedad abierta, democrática, con unos valores muy significativos. De ahí que los Estados deben dejar esa impostura de considerarse “soberanos” y advertir que son “regentes” de los intereses comunes, así como asistir a situaciones variadas y diversas en las que nos encontramos los ciudadanos. Por ello, es un “dios menor”, versátil y polimorfo como Proteo.

–Alerta de que la expansión digital está anegando la comunicación, enlodándola con falsedades y desinformacíón. Y pone las redes sociales como autopista de esas malas prácticas. ¿Ganan la batalla los amigos de la falsedad y la intolerancia?

–Lamentablemente, sí. Para estar bien informado hay que leer, acudir al trabajo de periodistas con criterio e independientes, hay que escuchar y reflexionar. Todo eso exige tiempo y una actitud crítica. Es más cómodo estar siguiendo el partido de fútbol y ver una alerta de una foto en el móvil que hace una gracieta.

–Cita en su libro una frase muy interesante: los cinco países con mayor población del mundo son Facebook, Whatsapp, China, India e Instagram. Las grandes corporaciones digitales son las nuevas naciones. ¿El riesgo es que se conviertan en dictaduras?

–Las grandes corporaciones tecnológicas tienen un inmenso poder. Muchas personas se han entregado como siervos a su dictado y sólo con mucha educación se podría corregir ese rumbo. Además, tienen un poder que puede doblegar a los Estados, tan pequeños ellos y con unas finanzas escuálidas. Son esas corporaciones las que facilitan servicios en la llamada “nube”, las que gestión de los cables submarinos, los satélites de comunicación… Necesitamos un poder público, asentado en una sólida construcción democrática, para que la sociedad sea abierta y no sucumba al totalitarismo.

–¿Cómo puede afrontarse, desde el punto de vista del derecho digital, ese maremoto que se avecina y que usted analiza en su nuevo trabajo?

–Con estudio y reflexión. Mi libro, resultado del esfuerzo de varios años, quiere ser una llamada de atención a los juristas para que pensemos con honestidad sobre estos problemas.

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