Un líder de los emergentes puso cara de desconcierto cuando en su cadena televisiva de cámara le pusieron las frases de Alfonso Guerra pronosticando que en la noche de mañana más de uno iba a echar de menos el vilipendiado bipartidismo que algunos dicen que ha pasado a la historia. La nueva etapa que se avecina después de la jornada de reflexión de hoy y las votaciones de mañana no nos coge por sorpresa en Gijón, donde el bipartidismo ha saltado por los aires desde hace al menos una legislatura municipal. Ahora mismo, representantes de seis partidos ocupan escaños en el Pleno municipal y, como un veterano en estas lides, los autobuses siguen funcionando todas las mañanas y tardes, y las mareas vienen y van en San Lorenzo, Poniente y El Arbeyal.
El final del bipartidismo. Pero las encuestas más solventes anuncian que los dos partidos clásicos van a quedar en primero y segundo lugar, puestos que demuestran, en cierta medida, que aún aguantan el tirón de los que vienen pidiendo paso y que, sin duda, serán bienvenidos.
El ejemplo de Gijón no es el único. Lo que parece claro es que este viejo país está preparado para los cambios, que los recibe con naturalidad porque las tensiones sociales han quedado muy atrás y ya son muy pocos los que creen en la ocupación de las calles y de las instituciones. La jornada de reflexión va a ser un anticipo de la apasionante jornada de mañana, que terminará, como todas las citas electorales, con sonrisas y lágrimas. Nada que no hayamos visto.
