La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Sol y sombra

Consultas

Una vez más se cumple una paradoja. Terrible. Matteo Renzi quería para Italia un país más gobernable y, por contra, de su método antisistémico y alejado de la razón parlamentaria ha hecho renacer al monstruo de la ingobernabilidad. Su propuesta de reforma constitucional no era una insensatez, pero la arrogancia y una confianza desmesurada en sus posibilidades le condujeron a buscar en las urnas el apoyo que no encontraba en las cámaras. El tiro le salió por la culata, el pueblo encontró la oportunidad de decirle que no al político que supuestamente pedía un mayor control de la vida democrática.

El gobernante no siempre encuentra la respuesta que espera y mucho menos cuando el problema que se plantea no resulta lo suficientemente claro para los votantes. Italia, colmo de las paradojas y de las parajodas, se enfrenta en estos momentos a la posibilidad de un cuarto primer ministro sin pasar por las urnas cuando lo que Renzi pretendía era una legitimidad bonapartista. Otra amenaza es el avance de figuras como Beppe Grillo o Matteo Salvini.

Parte del problema nace de la manía que los políticos cultivados en las democracias parlamentarias tienen en la actualidad de refugiarse en las consultas populares de forma plebiscitaria. No se les puede preguntar de todo a los ciudadanos ni en todo momento porque, sin la debida información o en medio de la pertinaz demagogia, resulta más sencillo irse por los cerros de Úbeda que responder sensatamente a las necesidades. Los italianos, anárquicos, se han encontrado con un político crecido, hasta no hace mucho el único creíble para liderar el país, que les ponía ante el ultimátum de aprobar una reforma constitucional no del todo comprensible o él. Y han elegido la nada. Igual le pasó a Cameron con el "Brexit". Exigirles siempre a los electores que resuelvan la papeleta es un error.

Compartir el artículo

stats