Dícese que los políticos componen una casta avezada en el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después remedios equivocados. Se trata de una reflexión marxista (del bigotudo Groucho no del melenudo Karl) que puede aplicarse a la mayor parte de las decisiones que toman gobernantes de cualquier calaña y de distintas administraciones, sean alcaldes de pueblo o premieres.
Resulta nítido en el debate abierto a cuenta de la oficialidad del asturiano. Han conseguido crear un problema donde no lo había, engordar una bola de nieve que cuanto más rueda más imparable resulta y más esquiadores despistados, ahora que estamos en invierno y están abiertas las pistas, se va a llevar por delante.
Otro al que se puede aplicar el mismo axioma es el presidente del Gobierno, que anima a los españoles en activo a ahorrar para garantizarse una jubilación digna. O sea, que tiene cuenta plantearse de inmediato un plan de pensiones. Quien tenga capacidad para hacerlo.
Tiene bemoles que Rajoy derive a los ciudadanos una responsabilidad que compete al Ejecutivo, como es reponer el dinero que han ido sacando, a manos llenas, de la hucha de las pensiones. Resulta obvio que el actual sistema, con más jubilados que cotizantes, resulta insostenible; pero no es menos cierto que quien debe garantizar la pensión de todos -no sólo la suya y la de sus vecinos de escaño- es quien gobierna, que, por otra parte, en los últimos años se ha preocupado más del rescate de los bancos que de rescatar a los ciudadanos en apuros.
No garantizar desde el Gobierno las pensiones es dinamitar el Estado del bienestar y generar un malestar ingobernable.