La ministra para la Transición Ecológica ha conseguido en pocas semanas lo que no han logrado durante décadas ni la ideología (rojos o azules), ni el fútbol (oviedistas o sportinguistas), ni la gastronomía (fabada o pote) ni la Santina de Covadonga (o pequeñina o galana): poner de acuerdo a todos los asturianos contra los planes de descarbonización del Gobierno. O sea, que el empeño de descarbonar ha logrado encabronar a partidos políticos, patronales y sindicatos, expertos universitarios y sociedad civil en una suerte de unanimidad sin precedentes.
O la ministra del ramo verde y el Gobierno "power flower" rectifican y garantizan justas compensaciones o va a resultar embajada harto dificultosa conseguir la "descabronización" de la sociedad asturiana en vísperas de la visita del presidente del Ejecutivo regional, paladín principal de la defensa de las térmicas, a su homónimo nacional.
¿Ha caído en la cuenta Pedro Sánchez de la severa amenaza que para la industria y el empleo en Asturias, para los tráficos de El Musel supone el cierre precipitado de las centrales que queman carbón? ¿Cómo piensa rebajar los malos humos generados por las declaraciones de Teresa Ribera? ¿Quién va lidiar este morlaco y apagar la llama encendida con el mechero de las ocurrencias, Hugo Morán o el bombero torero?
¿Va a consentir Pedro Sánchez que las expectativas de futuro de esta región ardan en el horno y vuelen como pavesa y humo de chimenea? No sea la propuesta de liquidación de las térmicas como el cuento de Pedro y el lobo. Y que el lobo está vez se llame Pedro.
