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0% cultural

La renuncia al 1% al que obliga la ley de Patrimonio en obras públicas financiadas total o parcialmente por el Principado

Seis años llevamos ya en Asturias con un gobierno que renuncia a la aplicación del 1% cultural al que le obliga la ley de Patrimonio Cultural (artículo 99) en las obras públicas financiadas total o parcialmente por el Principado de Asturias que superen un importe de cincuenta millones de las antiguas pesetas. Entre los objetivos de esta ley, además de la conservación y restauración del patrimonio, se encuentra el enriquecimiento del patrimonio cultural, con obras de arte en su entorno.

En el Principado de Asturias empezamos a proyectar una Ciudad Astur a la vez que tenemos otras áreas degradadas. Y no tan lejos, en Bilbao, también tenemos el reiterado referente del Guggenheim como elemento regenerador de la ciudad. Igualmente, en Asturias contamos con el ejemplo de Vaquero Palacios, arquitecto, pintor y escultor, y la integración de las artes en la industria, recogida en la reciente muestra celebrada en el Museo ICO de Madrid, titulada "La belleza de lo descomunal", referida a sus actuaciones, y las de su hijo, Vaquero Turcios, en las centrales de Salime, Miranda, Proaza, Aboño y Tanes.

Los gobiernos nos hablan con sus leyes y normativas y con los presupuestos más que con las palabras, que tantas veces se lleva el viento según conveniencias electorales y partidistas entendidas interesadamente en sentido inverso. Y aún así, también se saltan las leyes dejándolas aparcadas y sin aplicación cuando ello se acomoda a lo más fácil por falta de ideas y planes, en vez de modificarlas o sustituirlas por otras mojándose con las consiguientes explicaciones razonadas que supuestamente sirvan para justificar los cambios. La renuncia durante seis años al 1% cultural es un ejemplo de ello, y también el silencio y la falta de información para poner una fecha límite a tal renuncia.

La crisis económica no puede justificar siempre la crisis de ideas en el marco político. Que la mengua económica afecte a las obras públicas ya debería ser suficiente como reducción cuantitativa sin que, además, se le suprima en cultura el porcentaje al que obliga la ley. De este hecho solo cabe una lectura de lo paradójico y contradictorio: que los políticos ven el arte importante y prescindible a la vez, ignorando su historia milenaria, de una Asturias que sí podría ser un paraíso cultural desde que tenemos una mente simbólica y creativa, inseparable de las inteligencias múltiples que no deben funcionar por separado en compartimentos estancos.

Es un error el considerar siempre los recortes como sinónimo de ahorro cuando suponen un desperdicio de capacidades que podrían resultar rentables para la colectividad. Este desperdicio también se suma al que domina en nuestra sociedad de consumo que no distingue lo útil de lo necesario, y que en la práctica se basa en gran medida en obsolescencias programadas. Desperdiciar las artes cuando con buenos planes pueden ofrecer un valor añadido y resultar rentables también se puede entender como otra forma de obsolescencia, pero sin algo nuevo que de continuidad a lo anterior.

¿Cómo va a conseguir la Consejería de Cultura patronos para LABoral Centro de Arte y Creación Industrial cuando niega los medios a los que el Gobierno está obligado por ley? ¿Con qué autoridad moral y política se sostienen recortes en cultura con el pretexto de que no hay dinero cuando en Asturias se han gastado tantos millones de euros en decenas de equipamientos públicos que languidecen por desidia al no haberlos concebido de modo responsable y eficiente con un horizonte a medio y largo plazo?

Que las normativas impidan a los músicos tocar en directo con las mismas condiciones de horarios, aislamiento sonoro y volumen que se permite para la música enlatada en determinados locales no obedece a la crisis económica. Que en los concursos de arquitectura se consideren los proyectos como una mera subasta económica en vez de como un bien de interés público, tal como dice Sonia Puente, decana del Colegio de Arquitectos de Asturias, tampoco tiene que ver con la crisis económica. Estos y otros ejemplos sí los podemos relacionar con una idea residual del poder administrativo y político afirmado y entendido en algunos casos de forma inversa (como en los viejos tiempos), para expresar de modo kafkiano quién manda aquí sin atender al sentido común en favor de lo público.

Mucho nos han dicho desde la política y la gestión de centros de arte (tomándonos a los artistas por despistados o menores de edad) por dónde va la modernidad de las artes, a la vez que nos discriminaban según las disciplinas y soportes utilizados, soltando simplezas publicadas en los periódicos que nos colocaban a unos en el Museo de Bellas Artes y a otros en LABoral. De lo que no nos hablaron fue de lo suyo, de la modernidad y eficiencia en la política y en la gestión de los centros, con gestores que han ido desfilando como en un pase de modelos. Afortunadamente, aunque en el peor momento para LABoral por su acumulación de deudas, ha llegado Karin Ohlenschläger más inclinada a lo humanístico que al papanatismo tecnológico, manteniendo como puede las brasas de aquella hoguera que se inauguró con una manifestación de profesores de Música y Plástica ante sus puertas por el recorte en estas materias del Gobierno de Areces.

Hoy seguimos con la contradicción política al entender el arte dentro de sus equipamientos, como los centros y escuelas de arte, los museos y el departamento de Arte de la Universidad de Oviedo, conectando en una buena línea la dirección de una parte de ellos, pero a la vez el Gobierno de Javier Fernández viene negando el oxígeno al arte fuera de estos compartimentos (y también dentro, pues el Bellas Artes sigue con cero euros para el capítulo de inversiones desde 2011).

¿Les parecería bien a nuestros gobernantes crear una plataforma para desarrollar la Ley de Patrimonio Cultural contando en cabecera con el Colegio de Arquitectos de Asturias y el departamento de Arte de la Universidad de Oviedo, ramificándose en un equipo multidisciplinar para diseñar actuaciones en nuestro territorio, tanto en lo que se proyecta nuevo como en lo degradado, en la recuperación y puesta en valor del patrimonio industrial, y en mejoras de los entornos urbanos para volverlos más atractivos? Y ya que tenemos un centro de arte de "creación industrial", ¿no sería un buen ejemplo hoy ante la industria y las empresas asturianas que no ven ni cuentan con ningún Vaquero artístico en sus referentes? ¿No es a los políticos como responsables de lo público a quienes les toca ayuntar las diferentes inteligencias para con sus mimbres tejer lo colectivo?

Asturias mengua y envejece a la vez que se deja en punto muerto la creatividad de los vivos. Y mal nos vamos a conducir así para crecer, competir y llegar a alguna parte cuando la redondez de un cero cultural rueda cuesta abajo con el peso de nuestros propios complejos.

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