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La Espuma De Las Horas

La Vaca Sagrada en el cielo de Caracas

La huida de Pérez Jiménez, depuesto por los militares, marca la estela del "retiro dorado" que aguarda a Maduro

Se dice que Venezuela es el producto fallido de la búsqueda infructuosa de El Dorado. Su nombre se debe al sarcasmo de quienes la bautizaron como una pequeña Venecia por estar poblada de ciénagas y chozas en las orillas, sostenidas por pilotes. Su capital Caracas es una ciudad caótica con elevados índices de criminalidad que alberga en medio del centro urbano y el pulpo que lo circunvala, entre otras muchas perplejidades, la base aérea Francisco de Miranda o lo que es lo mismo el aeropuerto también conocido por La Carlota.

De allí mismo, a bordo de La Vaca Sagrada, un cuatrimotor Douglas, despegó en la madrugada del 23 de enero de 1958 el penúltimo dictador, Marcos Pérez Jiménez, "mi general" como le siguen llamando sus admiradores. Orondo, calvo y con gafas, Pérez Jiménez impuso durante un lustro en Venezuela una férrea tiranía por medio de un eficaz aparato represor encargado de cercenar las libertades, encarcelar y matar a los opositores. Llegó al poder sin los votos y, sin embargo, se hizo nombrar presidente constitucional. Durante su mandato se construyeron numerosas obras de infraestructura, algo que siempre recordaron sus acólitos para salir en defensa suya.

El caso es que el ruido de los aviones militares es una oración en el cielo caraqueño desde que La Vaca Sagrada se llevó en su panza a Pérez Jiménez rumbo a Ciudad Trujillo, donde le aguardaba su amigo El Chivo. Tras haber sido depuesto por un sector descontento de las fuerzas armadas, huyó cargado de maletas llenas de bolívares y dólares -una de ellas con las prisas la olvidó en el palacio de Miraflores- y enseguida se desató la euforia en las calles. Con la caída de Trujillo, tendría que marcharse años más tarde la República Dominicana en dirección a Estados Unidos. Lo extraditaron de Miami y finalmente residió en Madrid, bajo el amparo del franquismo. Murió en Alcobendas a principios de este siglo.

No está lo suficientemente claro cuándo el Douglas C-54 Skymaster fue apodado como La Vaca Sagrada, pero el avión ha permanecido en la vieja memoria de un país y su ansia de libertad. La aeronave había sido adquirida por el expresidente Rómulo Gallegos, que no la utilizó. Una Junta Militar se había ocupado de derrocarle cuando llegó el pedido. Pérez Jiménez lo usó constantemente en sus desplazamientos fuera del país. La Vaca Sagrada llegó a convertirse, primero, en un símbolo de la opresión; luego, en el emblema de la libertad. Se comenta que fue llamado así al tratarse de un avión que nadie, excepto el piloto y los mecánicos perezjimenistas, podía tocar. Acabó en el Museo Aeronáutico de Maracay.

La marcha del penúltimo tirano de Venezuela fue celebrada como la victoria de la libertad, pero la anemia jamás ha abandonado un país podré de petróleo que es incapaz de disimular su fracaso. El propio Chávez, como cuenta uno de sus biógrafos, el periodista irlandés Rory Carroll, "sublimemente dotado de empatía con los pobres y del poder de Creso", no pudo evitar que el resultado de la experiencia bolivariana fuese un fiasco. "El petróleo paralizaba la economía, las pasiones rezumaban de odio". Más tarde, su heredero, el exconductor de autobuses que jamás se había desviado del guión chavista ni propuesto ninguna iniciativa, terminó por llevar al país a la ruina más absoluta y a sus habitantes a la desesperación y el hambre.

El remedio vuelve a estar en la jubilación del dictador en un "retiro dorado". La plegaria, seis décadas más tarde, se eleva al cielo de donde partió La Vaca Sagrada.

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