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Clave de sol

Hacia un futuro incierto

Por la suicida división de la derecha

Asistimos a una verdadera invasión en las instituciones de quienes podemos entender como políticos ocupas con claro quebrantamiento de las normas convenidas por los fundadores del invento. Y no pasa nada. Pero tendría que pasar. Hay que peregrinar a las fuentes para entender la historia. Principios que empiezan a ser lejanos y que por ello parten de cautelas y supuestos propios de aquel tiempo.

Esa misma distancia viene a demostrar que hoy aplicamos una norma de algún modo desfasada y que por ello puede permitir situaciones indeseables o usos abusivos. Éste va a ser el caso. Los intereses partidistas y además contaminados sobre todo por los nacionalismos, catalán y vasco, insaciables por naturaleza como en estos días se muestra tan de manifiesto.

Uno entiende que aquellos beneméritos padres fundadores del momento auroral habían dejado algún cabo suelto al pensar que se iban a contentar quienes por naturaleza no se contentarán nunca. Es decir, para llamarlos por su nombre, los separatistas catalanes y vascos. Ámbitos que, como podemos comprobar con sus jolgorios, quieren ahora entrar en una fase de las independencias a cara de perro. Y lo que es peor, ante la indefensión de las instituciones.

Si hoy dejamos aparte el clamoroso caso de las defraudaciones andaluzas, que duraron décadas sin que pasara nada hasta ahora mismo, tiene uno la tentación de dar por buena la proposición de que las concesiones aurorales y aún el mismo régimen de las autonomías, sin duda instaurado con muy buena intención, partía de supuestos inconvenientes que muchos comentaristas de la época pusimos de relieve y parece que el tiempo nos ha dado la razón que de veras desearíamos no haber tenido.

Unido esto con las innegables ambiciones de algún mandatario sobrevenido de la nada, el caramelo del triunfo partidista por encima de todo y el sectarismo del más feroz y anticuado radicalismo de izquierdas, junto con la dejadez de algunas instituciones clave y el feroz antimonarquismo larvado que asoma la oreja y algo más, junto con una derecha timorata, dividida y hasta vergonzante nos ha abocado a la situación actual entre lo malo y lo peor.

El primer ejemplo de la trivialidad con la que gran parte de quienes protagonizan la presunta representación de la opinión política nacional no se lo toman muy en serio y aprovechan la excesiva tolerancia de la presidente de las Cortes ha sido la colección de fórmulas de aceptación del cargo con inaceptables creaciones que las invalidan de raíz en su mayoría.

Pero no pasa nada. La vida política continúa por encima de todos los formalismos hacia un inmediato futuro cargado de inquietudes, entre los separatismos desmadrados, las ambiciones, los particularismos y la división de una derecha suicida. El tiempo dirá si la situación puede tener algún remedio. De izquierdas o derechas, desde luego.

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