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Enero, el primero

Reyes, regalos y efemérides del mes inaugural del año y la década

Se apagan los últimos fuegos artificiales de Nochevieja, se escuchan en la mañana del primer día del Año Nuevo los últimos acordes de la "Marcha Radetzky" y se da cuenta uno de que es verdad que está en otro distinto. Toca cambiar los calendarios. Menos mal que aún las fiestas nos reservan la magia postrera de los Reyes que vienen del Este. Los Reyes Magos son, además del final navideño, cabalgatas, comercio y regalos, la constatación de que los días han empezado a despegarse de las noches y a crecer un poquito. "En la Epifanía se ven las estrellas a medio día".

Es pues un mes el de enero que se inicia siendo real siempre por doble motivo: porque empieza un año y porque la inaugural fiesta son los Reyes, una real fiesta, el último dispendio y además principio de un tiempo de austeridad que solo se romperá allá avanzado febrero con eso de los "carnavales". Hasta entonces toca subir la "cuesta de enero" (porque en enero todo cuesta más y todo sube, menos los salarios), con la advertencia severa de que ya estamos en pleno invierno y que "en enero, bufanda, capa y sombrero".

Es enero un mes cierto y primero. La tradición de los Reyes permanece entre nosotros, pese a otras introducciones foráneas exitosas de la Navidad. Decíamos en alguna otra ocasión, que de un mero apunte en el evangelio de San Mateo se fue perfilando la figura de los Reyes Magos en el santoral, su número, identidad, nombre e incluso raza, a través de los siglos medievales, recuperando de paso con ellos la costumbre romana de festejar el principio anual con regalos en las fiestas "strenalias" (de estrenar, claro).

Es enero, el primer mes del año del calendario gregoriano, si bien algunos países de nuestro entorno cultural se resistieron siglos a implantarlo. En la Roma más antigua se iniciaba el ciclo anual en marzo, el de las campañas militares del guerrero Marte. Pasa por cierto que enero y febrero fueron introducidos hacia el siglo VII a.C. para completar el año y que enero, en honor a Jano (Ianus), el dios romano de las dos caras -el joven y el viejo; el que empieza y el que termina- tiene ese doble atributo de fin de un periodo y comienzo de otro. Desde mitad del siglo II a. C. los romanos comenzaban el "curso político" y cívico con las calendas (primer día) de Jano cuando tomaban posesión los cónsules y cargos importantes.

El tiempo económico, político y del calendario queda pues abierto con el dios de la puerta (en otras lenguas de nuestro entorno january, janvier, januar, gennaio, janeiro, todas resonancias a la deidad). Y esta práctica de principiar el curso político fue muy seguida desde entonces, incluso en tiempos en los que no era fácil convocar el concurso de los representantes públicos en el invierno, cuando caminos y puentes quedaban con frecuencia inservibles, más por estas nuestras tierras. A pesar de ello encontramos, por ejemplo, que en las Ordenanzas que rubricara para la Junta General del Principado de Asturias Felipe II en 1594 se decía expresamente que "parece combiniente que los dichos diputados se junten algunas veces cada año y que éstas sean precissas y en días señalados, se declara que esto sea tres veçes cada ano: la una dellas tercero día después del día de los Reyes, de manera que venga a ser a ocho de henero", casi como nuestro curso escolar de ahora. Dejaban las otras convocatorias obligadas para mayo y septiembre. Naturalmente la festividad de sus generosas majestades los Magos era utilizada como excusa para reclamar deudas. Así en 1698 "Diose pettizión [del] porttero de la Diputtazión, pidiendo que en reverençia de la festividad de los Reyes se le diese aginaldo. Y se acordó se le diesen ochentta reales de los efecttos más promptos". La significación pues de la festividad de la Epifanía del Señor o Adoración de los Reyes Magos, en el mes que abre el año, tiene variadas significaciones a las que se sumó la de armas desde 1782 cuando Carlos III proclamara ese día 6 de enero como la Pascua Militar en honor de la recuperación de la isla de Menorca a los ingleses.

Como en un guiño historiado donde todo se mezcla en este enero de 2020 concurren el conjunto de los hechos tradicionales y de Estado: Reyes Magos, "strenalias", Jano mirando atrás y adelante con pasmo, la inauguración de un curso político sorprendente, mediando la Pascua Militar.

Algo en todo ello tendrá que ver que 2020 sea un año de los redondos en números y efemérides. Y es bisiesto, tendrá un día más y esperemos que la mala fama que históricamente los persigue - a los bisiestos - no se cumpla y eso de "año bisiesto, año siniestro" sea solo eco de un comportamiento supersticioso, de los que tanto combatía el sabio padre Feijoo en el siglo de las Luces. Los bisiestos son, como es sabido, una corrección para adecuar la duración anual al ciclo solar, introduciéndose cada cierto tiempo un día extra a finales del mes de febrero -el más breve de los doce y el que más lo precisa- desde la reforma del s. XVI, aunque la expresión procede del latín "bis sextus dies ante calendas martii" pues en época romana ese día se incorporaba, no como el último de febrero, sino algo antes.

Se estrenó enero y con él 2020 recordando la histórica conmemoración del bicentenario del pronunciamiento del general Rafael del Riego (1784-1823) en Cabezas de San Juan, un día 1 de enero de aquel 1820, que dio lugar al conocido Trienio Liberal y la reposición de la Constitución de 1812. Personaje histórico destacado e injustamente martirizado fue Riego y hecho importante aquel que encabezó, al margen de las valoraciones extremas de hagiógrafos o detractores. En lo de las letras se cumplió el día 4 el centenario de la muerte del gran Benito Pérez Galdós (1843-1920), figura indiscutible de la literatura realista. Puestas en relación estas dos personalidades de nuestra historia contemporánea, describió Galdós en su Episodio Nacional titulado "El Terror de 1824" la represión desencadenada contra los liberales del Trienio, tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis y la reposición del absolutismo de Fernando VII. Y narró Galdós la ejecución de Riego en la plaza de la Cebada aquel fatídico 7 de noviembre de 1823 con la crueldad con la que debió suceder y le contaron, pero sin aprecio alguno por el glorificado héroe. Los dos -diferencias al margen - en su tiempo y en su oficio cumplieron. Bien viene conocerlos.

Este 2020 esperemos que sea un bisiesto que rompa los malos augurios del refranero y genere uno bueno de compromisos y promesas cumplidas. "Año nuevo, vida nueva" y mejor.

[Actas Históricas de la Junta General, Tomos I-X (1594-1700. Oviedo: Junta General, 2019; Benito Pérez Galdós. El terror de 1824. Madrid, 1877 (acceso libre Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes); Domingo Domené Sánchez. El origen de las fiestas. Laberinto, 2010]

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