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Una propuesta para la pesca del salmón

Por una regulación basada en la evidencia de que no regresará del mar ningún ejemplar que antes no haya ido

Andamos los pescadores como siempre, pero especialmente en estas fechas en que se está cocinando la normativa de la próxima temporada, discutiendo acaloradamente sobre qué hacer o no hacer el año próximo para mejorar el futuro del salmón. Sorprende que desde el mismo punto de partida -los datos de capturas pasadas y una muy débil (por la metodología empleada) estimación de lo que queda en el río- unos y otros lleguemos a conclusiones y propuestas tan diametralmente opuestas.

Nuestra Administración, cuya capacidad de moverse muy poco y muy despacio en este tema está suficientemente acreditada, estará encantada con el cortoplacismo y la falta de unidad que exhibimos sus administrados. Como el único reducto de consenso suficientemente amplio entre las sociedades de pescadores es la repoblación, le bastará a la Consejería con anunciar unos cientos de miles de alevines más para el año próximo y se salvará el no difícil, pero si incómodo, escollo del Consejo de los Ecosistemas Acuáticos y de Pesca en Aguas Continentales. Además, tal vez este año se celebre de modo no presencial, lo que será un plus de tranquilidad, y quizá bajar el cupo de cuatro a tres salmones por temporada, para que callen los agoreros del "esto se acaba", cobra alguna posibilidad.

Durante la II Guerra Mundial, las pérdidas de bombarderos aliados en sus misiones en Europa eran tremendas. Su vuelo lento y predecible los hacía víctimas fáciles de las defensas antiaéreas y de la experta aviación alemana. De modo que al Alto Mando se le ocurrió la idea de optimizar el blindaje de los bombarderos y llevaron a un grupo de científicos de la Universidad de Columbia unas estadísticas que habían confeccionado marcando los puntos en que los aviones que regresaban tenían impactos de balas. Como la capacidad de añadir peso por el nuevo blindaje era muy limitada, les preguntaron qué puntos debían reforzarse especialmente a la vista de los mapas de impactos. Los científicos empezaron a trabajar en esa línea hasta que surgió una voz discrepante. Un matemático húngaro, allí refugiado por su condición de judío, Abraham Wald dijo: "Ninguno de estos daños les ha impedido volver, tenemos que reforzar las zonas que no están afectadas en estos gráficos. Los aviones que recibieron ahí impactos son los que no han vuelto (motores, cabina y parte trasera del fuselaje)". A este nuevo enfoque se le conoce desde entonces como "evitar el sesgo de supervivencia" o "el efecto composición" y es hoy una cuestión fundamental en el análisis económico, en la epidemiología, el estudio de mercados, la predicción de comportamientos de poblaciones, etc.

Parece que nosotros estamos demasiado enfrascados en la gestión de los supervivientes. De las pocas o muchas cosas que podamos compartir del conocimiento del salmón, hay una que supongo que no suscitará discusión: no regresará del mar ningún salmón "que antes no haya ido". De modo que podríamos aparcar lo mucho que nos separa sobre los que regresan y exigir unánimemente a la Administración que cumpla su cometido también en la primera fase de la vida de los salmones hasta su esguinado y salida al mar. Durante uno, dos y quizá tres años, de huevo a esguín, están a merced de las fluctuaciones de caudal en los ríos regulados y que afectan muy especialmente a las puestas y a las primeras semanas de desarrollo. A la desecación por captaciones de agua, la mayor parte de ellas ilegales o "alegales" de riachuelos de las cabeceras. A temperaturas críticas no solo dependientes del calentamiento global, sino también de caudales exiguos y actividad industrial. A las rupturas de conectividad lineal. A los vertidos groseros y fraudulentos pero también, y muy especialmente, a los vertidos invisibles y altamente tóxicos de zonas urbanas, industria, explotaciones ganaderas, actividad agrícola, etc. A la desaparición de sus fuentes de alimento natural, muy ligado a todas las causas anteriores, con desaparición de la microfauna. A la competición con especies exóticas. A la depredación humana y animal. A la gestión "despreocupada" de la pesca de otros salmónidos, que mata cientos de pintos y esguines.

Los primeros datos del gran estudio emprendido bajo el título "The Missing Salmon Project" indican que, al menos, dos terceras partes de la población de "smolts" (nuestros esguines) se pierden durante la primera etapa fluvial y estudios presentados en la Tweed Foundation muestran correlaciones incontestables entre la presencia de determinados herbicidas, en cantidades de nanogramos por litro en el agua del río, y el número de salmones capturados a caña, por poner solo dos ejemplos rotundos.

Quizá podamos hacer muy poco por el cambio climático o por detener las pérdidas de salmones en el mar pero, en nuestra casa, tenemos mucho por hacer.

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