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Cosme Marina

El talento reconocido

La Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes que el Consejo de Ministros del Gobierno de España acaba de conceder, entre otras personalidades de la cultura española, al ovetense Emilio Sagi es un acto de justicia ante una trayectoria en plena madurez, reconocida en todo el mundo, habitual en los mejores teatros de los circuitos de élite y con una capacidad de innovación que, sin duda, ha creado escuela.

Sagi inició su trayectoria precisamente en su ciudad natal, en el teatro Campoamor, con una producción de “La Traviata” de Verdi en 1980. A partir de ahí su carrera como director de escena ha sido imparable, tanto en el ámbito de la ópera como en el de la zarzuela, e incluso con incursiones a otros géneros como el ballet.

Además, Sagi ha tenido una gran trayectoria como gestor cultural. En los teatros de La Zarzuela y Real de Madrid y Arriaga de Bilbao, ha impulsado proyectos de hondo calado cultural, de enorme trascendencia y que han dejado poso en las respectivas ciudades. De hecho, su etapa al frente del Real, junto a la también asturiana Inés Argüelles, estabilizó el teatro y sentó las bases de una gestión moderna del mismo que permitió su crecimiento posterior. Su afán continuo ha sido el de impulsar procesos, generar sinergias y sumar para ofrecer al público la excelencia artística sin atajos, aunque, en un momento determinado, eso pudiese molestar a algunos sectores reacios a los cambios. Ha sido y es valiente y no le han frenado la maledicencia o los comentarios absurdos o interesados.

La modernidad es el eje de su trabajo como director de escena, rodeado, como hacen los grandes de un equipo de profesionales también de primer nivel. Algunos ya no están, como Julio Galán o la recientemente desaparecida Pepa Ojanguren (a la que Oviedo debe un homenaje, que pudiera materializarse con una gran exposición sobre sus trajes para la escena y que el propio Sagi debería comisariar) y otros están también en plena madurez creativa como Daniel Bianco, Eduardo Bravo y tantos otros con los que colabora en cada uno de sus proyectos.

Hacia todos ellos han ido las primeras declaraciones que ha realizado el director de escena ovetense tras saber el reconocimiento que supone este honor estatal. Y es que aquí se encierra otro rasgo de su carácter: la generosidad. Ha sido tenaz en la defensa de los profesionales españoles y varias generaciones de cantantes en nuestro país le deben a él sus primeras actuaciones relevantes. Además, y esto es esencial, ha defendido la zarzuela y la lírica española como nadie, llevando el género, con éxito arrollador, a multitud de países y concitando a teatros de primer nivel en coproducciones para dar más visibilidad al mismo. ¡Hasta la Scala de Milán llegó de su mano y de la de Plácido Domingo la zarzuela! Ha trabajado con los más grandes, desde el propio Domingo, pasando por Carreras, Kraus o la Caballé entre cientos de cantantes de primera fila, además de con maestros como Riccardo Muti (que lo adora), Alberto Zedda o Marc Minkowski, entre otros muchos. Para hacernos una idea de la calidad de su trabajo, hace un montón de años ideó un peculiar montaje para el Festival de Pesaro de “Il viaggio a Reims” de Rossini, con un presupuesto ínfimo. Pues bien, décadas después continúa siendo una referencia y, además, se ha exportado a un montón de grandes teatros. Esto deja bien a las claras su capacidad de influencia en el ámbito escénico incluso con presupuestos muy ajustados.

En Asturias, y en Oviedo, su labor ha sido y es inmensa. Ha trabajado en los tres más destacados teatros de la región, en proyectos siempre cuidadísimos, y lo ha hecho con un número ingente de profesionales asturianos. Además, ha facilitado la presencia en Asturias de grandes intérpretes y ha generado alianzas del teatro Campoamor con otros centros creativos de primer nivel. Su trato con los cantantes es exquisito y le pasa como a Pedro Almodóvar: todos quieren trabajar con él. Siempre está disponible cuando se requiere algo de él y sin pedir nada a cambio. Hace un tiempo, la pianista y exconcejala del Ayuntamiento de Oviedo Yolanda Vidal me comentaba su idea de proponerlo como Hijo Predilecto de la ciudad. Ya está tardando nuestro consistorio en hacer este honor a una persona que tanto ha hecho por la ciudad y que lleva el nombre de la misma por todo el mundo. Estoy seguro de que las adhesiones para ello serían unánimes y vendrían de los ámbitos más diversos. ¡Enhorabuena Emilio! Esta medalla que te acaban de conceder es un orgullo para tu ciudad natal y hace que cerremos este tremendo 2020 con, al menos, una alegría.

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