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Saúl Fernández

Crítica / Teatro

Saúl Fernández

La verdad sobre García Lorca

Juan Diego Botto y Sergio Peris-Mencheta entusiasman con su última creación representada en el Palacio Valdés

“Pero, ¿cómo se llevaría el olor del mar a una sala de teatro?” Esto se lo plantea el autor en “Comedia sin título”, lo que dejó sin escribir Federico García Lorca porque decidieron fusilarlo. Entre Víznar y Alfacar, en la provincia de Granada, presumiblemente, por orden del general Gonzalo Queipo de Llano. En el amanecer del 18 de agosto de 1936. El poeta, el maestro republicano y dos banderilleros de la CNT. Cuatro muertos después del “café, mucho café”, que dijo Ian Gibson que dijo el general psicópata desde Sevilla. Ese hombre que murió y cuyos restos siguen en no sé dónde marcaron el futuro de la literatura, el futuro y el presente. Ese Lorca es al que dio vida antes de anoche Juan Diego Botto sobre el escenario del teatro Palacio Valdés, en Avilés, el escenario que ha acogido todos los espectáculos del hispanoargentino desde “Rosencratz y Guilderstein han muerto” a “Un trozo invisible de este mundo”: más de veinte años en la escena, veinte años de progreso gigantesco de un actor que si este año no se lleva todos los “Max” será porque los electores de los “Max” son más ciegos de lo normal.

Juan Diego Botto transmutado en Federico García Lorca es el propio Lorca: con su egomanía, con su amor por Rafael Rodríguez Racún, con su fama-éxito, que el “Romancero gitano” fue el libro de verso más vendido a este y a aquel lado del Atlántico. Botto puso en pie a todo el teatro Palacio Valdés, a todo el teatro que las autoridades sanitarias dejaron que llenase en estos tiempos de pandemia. Que ir al teatro es, ahora, autoridades sanitarias mediante, tan peligroso como entrar con un trabuco en una sucursal bancaria.

“Una noche sin luna” tiene que ver con García Lorca, pero tiene que ver (mucho) con el momento presente. Los argumentos falangistas –la dialéctica de las armas– parecen redivivos en esta historia presente de todos los demonios, que diría Jaime Gil de Biedma. Botto escribe –con talento dorado– lo que hubiera podido decir Lorca de haber seguido entre los vivos y Sergio Peris-Mencheta dirige como si nada: un drama sobre el pasado que es presente, una búsqueda del pasado a través de declaraciones, conferencias del poeta de Fuente Vaqueros. Y todo, como si nada, insisto.

Salir del teatro después de “Una noche sin luna” es salir más sabio. Botto merece los aplausos que se llevó. Y todos los premios posibles que tienen que venir. La función de antes de anoche iba a ser estreno nacional (se programó en estas condiciones hasta en tres ocasiones), pero el covid y las órdenes meticulosas dejaron a Avilés fuera de la historia por un año: “Una noche sin luna” es uno de los espectáculos del año. De este año “de todos los demonios”.

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