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Julio Vaquero Iglesias

Ayuso y la hispanidad

La presidenta madrileña, más papista que el Papa

Otra vez más la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, saca las patas del tiesto y monta su numerito ahora fuera de Madrid y en este caso de España. Nada menos que en Estados Unidos, en Nueva York y Washington, donde, por cierto, no la conoce apenas nadie.

Con sus declaraciones en el centro de Imperio trata de convertirse en adalid de la Hispanidad. No sólo atacando al presidente mexicano por sus declaraciones contra la colonización española de aquellas tierras con motivo de los actos de celebración del bicentenario de la Independencia mexicana. También enmendándole la plana al Papa Francisco por el contenido de su escrito al representante religioso de aquel país en el que pide perdón en nombre de la Iglesia católica por los abusos derivados de la participación de ésta en la conquista y colonización españolas.

En el caso del presidente mexicano, la presidenta de Madrid argumenta la importancia decisiva que tuvo para la humanidad aquella conquista y colonización que supuso llevar la civilización cristiana a aquel nuevo mundo. Esto es: la vieja y rancia interpretación que el franquismo hizo de aquel complejo proceso histórico y en la que ni siquiera se dejaba margen para la duda de que el mismo tuvo sus claroscuros y de que existen testimonios documentados de los abusos que se cometieron con los moradores originarios de aquellas tierras. Proceso que los ideólogos del régimen dictatorial denominaron con aquella palabra mágica de Hispanidad. Ni siquiera la postura de la presidenta ni sus declaraciones se acercan a la interpretación liberal de aquel proceso histórico (ella que se reclama de esa filiación ideológica) mucho más matizada y que reconoce los tonos grises que lo matizaron.

Para contraatacar al presidente mexicano (y mira que hay argumentos para hacerlo desde la historia y la inoportunidad política de sus pretensiones) Ayuso vuelve a sus recurrentes y disparatados argumentos contra la izquierda. López Obrador, argumenta, con su defensa de los derechos de los pueblos originarios en nombre de los que pide la declaración de perdón del Rey de España y del Papa, no hace sino asumir las tesis de los perversos comunistas que están detrás de esas reivindicaciones. Ni siquiera ha sido capaz de argumentar la escasa base histórica que tiene el concepto de pueblos originarios como herederos de aquellas culturas precolombinas que, en realidad, fueron regímenes despóticos con sus súbditos.

Ayuso ha sobrepasado otro límite en el caso de las declaraciones del Papa Francisco. Ha sido más papista que el Papa. Ha considerado fuera de lugar sus declaraciones y le ha enmendado la plana al Santo Pontífice de Roma. Hay que reconocer que atrevimiento no les falta ni a ella ni a su consejero áulico, Miguel Ángel Rodríguez. Nuestra conquista y colonización de América, argumenta, fue un proceso impoluto, sin mancha ni abusos, que consiguió la conversión religiosa de aquellas primitivas gentes del nuevo continente. No hay nada pues que reprocharle como en sentido contrario ha reconocido el Papa.

Lo que más de uno nos preguntamos es si todo este espectáculo pirotécnico, que casi da vergüenza ajena, no ha sido montado por nuestra inefable presidenta para el consumo interno. Cuando su partido está realizando su convención nacional itinerante y planteando sus grandes temas y estrategias para el presente y el próximo futuro, Ayuso se va fuera de España, nada menos que a Estados Unidos, uno de los centros del poder político mundial, como si estuviera por encima y al margen de su partido y de sus actuales dirigentes, apareciendo antes sus potenciales votantes como una gran estadista.

La verdad es que si ese viaje no tuviera una finalidad de esa clase no tendría mucho sentido. Las simplezas y limitaciones de sus declaraciones bien podría haberlas difundido perfectamente desde Madrid.

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