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Jonathan Mallada Álvarez

Crítica / Música clásica

Jonathan Mallada Álvarez

Un Real instrumento

Los notables resultados artísticos del concierto de los premios “Princesa de Asturias”

La vida parece ir retomando, poco a poco, la normalidad, y los premios “Princesa de Asturias” no iban a ser menos. Tras el inquietante experimento fabril del año pasado, el concierto de los Premios volvía al calor y la comodidad del Auditorio. Aunque es comprensible la antelación que rige estos eventos, habría sido una ocasión inmejorable para ofrecer una velada sinfónico-coral y lanzar un mensaje de normalidad y esperanza, para mayor fasto de la Fundación, en el escaparate que brinda la semana grande de una institución que siempre se prestaba a estos gestos de forma modélica. Pero con uno de sus principales activos todavía en un forzoso letargo, se optó por reconducir el programa hacia un homenaje a Joaquín Rodrigo (premio de las Artes en 1996) de la mano del guitarrista Pablo Sáinz-Villegas.

La “Fantasía para un gentilhombre”, a medio camino entre la suite y el concierto propiamente, se compone de danzas de los períodos Renacentista y Barroco a imitación del estilo empleado por Gaspar Sanz, algo que nos remonta a uno de los momentos más brillantes de toda nuestra historia musical. En el “Villano” y el “Ricercare” ya se percibió una cuerda tersa y homogénea, con una OSPA muy concentrada que mimó cada final de frase con mucho acierto. Pero el protagonista indiscutible de la noche era Pablo Sáinz-Villegas. El riojano domina estas obras y las ha interpretado en múltiples ocasiones, sin ir más lejos junto a la Filarmónica de Berlín a finales del pasado año. El guitarrista sabe aportar calidez a cada una de sus intervenciones y exprime el tempo con unos ligeros rubatos que aportan una personalidad muy particular y confieren mayor expresividad a la ejecución, como quedó de manifiesto en la “Españoleta” y “Fanfare de la Caballería de Nápoles”. A pesar de algún leve desajuste, y un volumen muy incómodo en la trompeta, la “Danza de las hachas” ya evidenciaría una Sinfónica perfectamente ensamblada, con mayor lustre en los metales.

En el “Canario” que cierra la obra emergió la figura de Josep Vicent. El director valenciano, preciso y con las ideas claras, supo realizar una lectura inteligente de “La fantasía”, trazando unas dinámicas que aportaron el volumen deseado a una notable interpretación.

Pero seguramente, la obra más reconocible de Rodrigo sea el “Concierto de Aranjuez”. Cuidadoso en la afinación y siempre ágil y desbordante en los rasgueados del primer movimiento, Sáinz-Villegas exhibió una solidez poco común, aportando un color francamente atractivo y fundiéndose con la OSPA en un lirismo por momentos arrebatador. El exquisito “Adagio” dejó una emisión muy cuidada y un excelente fraseo entre la guitarra, siempre bien timbrada, y el corno inglés, con una orquesta poderosa y rotunda en cada entrada.

Toda esta musicalidad se conservó durante el “allegro gentile” final, sutil y bien matizado, el broche deseado a una velada que sirvió para, como había expuesto el jurado del premio “Príncipe” de las Artes en el fallo de 1996, “dignificar e internacionalizar la guitarra como instrumento de concierto”. Doble efeméride celebrada sobre el nacimiento y el galardón concedido a Joaquín Rodrigo (120 y 25 años, respectivamente), que pone de manifiesto la importancia de uno de nuestros instrumentos más emblemáticos e importantes: un Real instrumento.

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