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Tino Pertierra

Solo será un minuto

Tino Pertierra

El hombre inflamable

Julio: “Ya sabes que soy de esas personas que hacen mucho caso a las señales que nos advierten de cambios inminentes. Nunca me fallaron, y a veces me sirvieron para que no me pillaran de sorpresa los tropiezos o las alegrías. No siempre, claro, no estoy obsesionado intentando descifrar cada acontecimiento inesperado. Pero no le hago ascos a una buena interpretación de sueños o sucesos. El último fue especialmente llamativo. Con la cabeza puesta en mis problemas laborales, fui a repostar gasolina a una estación de autoservicio y al pasar la manguera por encima del coche para llevarla al depósito no sé qué diablos hice que apreté ligeramente el gatillo. Un chorro de gasolina alcanzó la manga derecha de mi cazadora de cuero recién comprada, empapó la pernera del pantalón y alcanzó una bota. Al margen del destrozo (ninguna de las piezas afectadas es recuperable a corto plazo, salvo que me resigne a ir dejando un perfume de combustible a mi paso), lo que más me preocupó fue el significado de un error que, seamos sinceros, seguramente han cometido muy pocas personas en la historia de la humanidad. Durante varios días me vi como un hombre inflamable amenazado por una situación incendiaria que hiciera de cerilla y que me redujera a cenizas. Pero no recibí carta de despido, no tuve enfrentamientos con jefes, no metí la pata hasta atrás. Anoche conocí el contenido del mensaje: llegué a casa. Mi familia dormía. Besé en la frente a mi hija Carolina y le quité de las manos su seta de peluche. Acaricié el pelo de mi hija Gabriela y le quité de las manos el móvil. Entré en mi dormitorio y quité de las manos de mi mujer el libro que estaba leyendo. ‘Madame Bovary’. Luego salí a la terraza. Llovía. Me senté en una silla y rompí a llorar, y aún no sé por qué. Aún no sé por qué”.

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