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Hanna Stefaniak

Peregrinos hacia la eternidad

Tiempo para reflexionar sobre el sentido del Camino de Santiago

Se celebra en estas fechas la apoteosis de la peregrinación a Santiago de Compostela, ya que el Año Santo Jacobeo durará de modo excepcional dos años: 2021 y 2022. Será un tiempo suficiente para reflexionar sobre todos los aspectos de la peregrinación: su motivación en el presente y en el pasado, la manera de peregrinar, historia, leyendas, anécdotas y un largo etcétera. También se puede reflexionar sobre la filosofía de la peregrinación, vista como reflejo y resumen de nuestro tránsito por la vida. Así lo simboliza el juego de la oca. Los templarios adaptaron este juego milenario a las etapas del Camino de Santiago, de ida y vuelta, en el cual al caminante acechan dudas, confusiones, incertidumbres, tentaciones que ha de evitar, pero también puede disfrutar con momentos de bonanza y de paz.

El peregrino comienza su Camino en el umbral de su casa. Así ha sido siempre. En el pasado, antes de partir a Santiago de Compostela, el peregrino hacía testamento y asistía a una misa de despedida, así como a su funeral, ya que el regreso era muy incierto. Si tenía la suerte de volver, su bordón (bastón) se colocaba al lado del altar de la iglesia parroquial, como gesto de gratitud. Santa Isabel, reina de Portugal de origen aragonés, peregrinó a Compostela en dos ocasiones (en 1325 y 1335) y fue enterrada junto con su bordón, según su expresa voluntad.

Habitualmente, los peregrinos pasaban de ser personas con una vida acomodada, a unos seres vulnerables, pobres, dependientes de la Providencia y buena voluntad de la gente. Además del bordón para el apoyo físico, en un acto solemne recibían el zurrón o morral (bolsa), que debía estar siempre abierto “para ofrecer y para recibir”. A todos los accesorios que portaban se les atribuía un significado místico y filosófico.

La peregrinación podía durar meses e incluso años, especialmente para los que procedían de países lejanos, como Alemania, y aún más para los procedentes de tierras de Letonia, Lituania, Ucrania o Polonia. La enfermedad, los accidentes, los ataques de los bandidos, lobos y osos, el frío y las nevadas podían acabar con su vida. También muchos fallecían debido a la gangrena de las heridas de los pies durante la caminata, aunque los peregrinos procedentes de Europa central y del norte solían tener mejor calzado que los originarios del sur. En las rutas del Camino a través Europa, aún se pueden encontrar monumentos funerarios a peregrinos jacobeos de antaño, posiblemente erigidos por sus familiares. En Roncesvalles, la construcción más antigua corresponde a la capilla de Sancti Spiritus (siglo XII) que se edificó para depositar los huesos de peregrinos fallecidos en la etapa que cruza el Pirineo.

En España a los peregrinos se les acogía en los hospitales/albergues situados al lado de los monasterios, principalmente benedictinos. Allí se les permitía descansar hasta tres noches en verano y cinco en invierno. Cada noche se marcaba con una incisión en el bordón. Recibían posada, alimento abundante y reglamentado, así como atención en caso de enfermedad. Una visita al Museo Etnográfico de Plasencia (Cáceres), un antiguo albergue jacobeo en la ruta de la Vía de la Plata (Camino Mozárabe), brinda la posibilidad de poder ver los recintos donde dormían los peregrinos.

Hasta el siglo XV, muy pocos hospitales tenían servicios sanitarios especializados. Los tratamientos se limitaban a oraciones, toques con la concha jacobea y administración de brebajes. El primer hospital, donde se separaba a los enfermos y se les colocaba en otra planta, con atención médica y farmacéutica, fue el Hospital en Santiago de Compostela. Lo fundaron los Reyes Católicos en el año 1499, conmovidos por el deplorable estado de los peregrinos que lograban llegar a Santiago. Necesitaban recuperarse antes de emprender el largo camino de vuelta.

Algunos peregrinos terminaban su vida en las etapas de los Caminos que atravesaban la Península Ibérica. En agradecimiento por los cuidados recibidos, dejaban sus bienes terrenales a favor del monasterio que les atendió. El entierro del peregrino era siempre un acto muy solemne, aunque su tumba, en el cementerio del monasterio, estuviese señalada con una simple cruz de madera.

La catedral de Oviedo tan rica en valiosas reliquias, cuyo culto fue objeto de peregrinaciones, también tiene su cementerio, adornado con un olivo. Se cuenta que éste creció a partir de una semilla traída de Jerusalén por un peregrino. En este Año del Jubileo Jacobeo, dediquemos un recuerdo en memoria de los peregrinos, conocidos y anónimos de todos los tiempos, que encontraron en el Camino a Santiago su peregrinación hacia la eternidad.

Hanna Stefaniak es miembro de la Asociación Astur-Leonesa de Amigos del Camino de Santiago y autora de los libros “Los Caminos de Santiago. Historia, leyendas y mitos” (Edaf 2021) y “Aventuras en el Camino de las Estrellas” (Ediciones Europa 2021)

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