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Jorge J. Fernández Sangrador

Dante según Mandelstam

El análisis del gran poeta a partir del estudio de un cristalógrafo polaco

Uno no puede considerarse plenamente escritor hasta que no haya vertido sobre un papel los destellos que las reverberaciones de las sucesivas lecturas de la obra de Dante han encendido en su interior.

Y no podrá decir que se ha adentrado como es debido en la obra del Sumo Poeta hasta que no se las haya tenido que ver con el tratadillo de Ósip Mandelstam: “Coloquio sobre Dante”, del que Selma Ancira ha hecho la traducción para la editorial “El Acantilado”.

Con esa intención, para que me introduzca en el universo dantesco, guiado por Mandelstam, una persona amiga, de Italia, me ha regalado la edición que Serena Vitale, con el título “Conversazione su Dante”, ha preparado para el refinado sello editorial milanés “Adelphi”. Es reciente, del pasado 2021.

Ósip Mandelstam nació, en 1891, en Varsovia, y falleció, en 1938, en un campo al que fue deportado por las autoridades soviéticas, cerca de Vladivostok. Comenzó a estudiar italiano en 1932, leyendo la “Divina Comedia”, que ya conocía, y de la que había quedado prendado, a través de las versiones, generalmente alemanas, que había manejado. La llevaba siempre consigo. También en los diversos lugares en los que estuvo preso.

En abril de 1933, Ósip y Nadezda, su esposa, viajaron a Crimea. En la maleta llevaban, junto a ropa ya muy usada, un kilo de pan y el “Dante de Oxford”, la revisión que Edward Moore había realizado de todas las obras del autor florentino y publicado en la universidad oxoniense.

Eran tiempos de gran carestía, pero los Mandelstam encontraron alojamiento en la “Casa de los Poetas” de Koktebek, a orillas del mar Negro, en donde, además de ofrecerles una comida al día, se les permitía hacer uso de la bien surtida biblioteca de la Casa.

En los paseos por la playa, Ósip recogía calcedonias, cornalinas, yesos cristalinos, espatos y cuarzos, a los que observaba y con los que establecía un diálogo. Y de esos coloquios que mantenía con los minerales resultaron sus reflexiones acerca de la naturaleza cristalográfica de la “Divina Comedia”.

Hasta que un día, de repente, le sobrevino la imperiosa necesidad de dictárselos a Nadezda. Y así fueron quedando registradas aquellas conversaciones en un libro, que Mandelstam no logró ver impreso, pues los editores lo rechazaban una y otra vez. Tuvieron que pasar décadas para que saliera a la luz. Fue en los Estados Unidos.

Las “Conversaciones” de Mandelstam no son solo un ensayo, denso, sobre Dante Alighieri, sino también sobre el discurso y el pensamiento poético, desde el cual enjuicia la obra del autor florentino, al que define como «estratega de las transformaciones y de los entrecruzamientos».

En la poesía de Dante, asevera Mandelstam, se dan todas las formas que conoce la ciencia contemporánea: «La unidad de luz, sonido y materia compone su naturaleza interna. Leer a Dante es una fatiga que no acaba: cuanto más se avanza, la meta se aleja aún más». Y se necesitan para ello, dice él, unas buenas botas suizas, con clavos, de las que no se gastan.

Caminar, detenerse, inspirar, expirar, escalar. Así es como se progresa hacia la inalcanzable meta de la plena comprensión de la “Divina Comedia”. Y es preciso ser, además, cristalógrafo, para poder admirar las complejas interrelaciones de la materia poética, y director de orquesta, para saber interpretar los sonidos, los acentos, los timbres, las modulaciones de la inmensa partitura que es la “Comedia”, a la que Giovanni Boccacio calificó de “divina».

«Si las salas del Ermitage de pronto enloquecieran, si los cuadros de todas las escuelas y de todos los maestros de pronto se soltaran de sus clavos, entraran unos en otros, se mezclaran y llenaran el aire de las habitaciones con un bramido futurista y una desenfrenada agitación colorida, tendríamos algo parecido a la “Commedia” de Dante», dice Mandelstam cuando ya está a punto de concluir la obra. Mas antes de ponerle fin, nos advierte:

«Cuando se habla de Dante es más correcto tener en cuenta la formación de los impulsos que los de las formas: impulsos textiles, de vela, escolares, meteorológicos, de ingeniería, municipales, artesanos-menesterales y otros, cuya lista se puede continuar hasta el infinito». Porque así es, en efecto, de humana, además de divina, la “Comedia” de Dante Alighieri.

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