Zapeando otro día por los canales televisivos en busca de algo humorístico, me topo con una escena del documental “Soy Georgina”. Una amiga de la esposa de Cristiano Ronaldo protesta a la prota: “No sabía que Cannes tuviese playa, podías haber avisado, tía, para traerme bañador”. Podía y debía. Cuánto no se menoscaba una amistad si una de las partes invita a la otra y no la avisa de que la ciudad acaso más cinematográfica de Europa desde hace 75 años, en cuyas calles y arenas finas posaron Michael Jackson o Rita Hayworth, Brigitte Bardot o Hitchcock, Pitt y Jolie… no solo tiene playa sino playas. Sí, un programa de humor sí que parecía.
---
Se me atraganta la lectura de “La historia del mundo en 50 perros”. Su autora, Mackenzi Lee, es tan políticamente correcta que se olvida de escribir sobre canes y acaba por escribir solo de ética milenialmente militante.
---
Cuando no sé una cosa, cuando no encuentro un dato sobre la ciudad en que resido, pregunto a Luis Miguel Piñera. Como soy en extremo curioso y pesado al respecto lo traigo por la calle de la amargura… aunque, en resumidas cuentas, quién le manda saberlo todo sobre su pueblo y confesar por escrito lo poquísimo que ignora. Un fenómeno. Me regalan ahora su “Historia social de Gijón (industria, cultura popular y memoria)”, resumen, noticia y pasmo sobre lo que fue y es la ciudad más populosa de Asturias. Escribe de fiestas, cupletistas, amas de cría, cruces religiosas y calles pecaminosas, cárceles y chimeneas, memoria histórica, antifranquismo, Días de la Cultura… datos y hasta gracias curiosas: ¿se han preguntado ustedes por qué la industria gijonesa hállase casi toda en el oeste? Pues lean a Piñera. Un poco rojote sí que es, la verdad. O sea que absténganse de su lectura pocos de esta ciudad tan reivindicativa. Y conviértanse en best sellers los libros que no dicen tonterías nada más.
---
En las facultades de lógica valdría como ejemplo de contralógica la contumaz tendencia humanoide a claxonear o claxonar (acabo de inventar ambos verbos) en cuanto nuestro coche ha de guardar fila. Debería predicarse que no existe relación alguna entre la frecuencia e intensidad de los bocinazos y que se evaporen el embotellamiento o la interrupción de la marcha. ¿Qué tipo de cafetera mental poseen esos seres que ensordecen los aires? Acabo de sufrirlos dos veces: una, a cargo de un prototipo first dates que me urgía a proseguir, sin parar mientes en que un servidor se había detenido para no atropellar a una mujer y una niña que cruzaban de la mano por un paso de cebra. La otra, a cargo de un conductor con móvil a la oreja y sin luces ni en el auto ni en la cabeza que, ya de noche, pitaba y pitaba y pitaba para que yo corriese y corriese y corriese, y me saltase la señal que anunciaba límite de velocidad. No to er mundo é güeno.
---
Mi amigo invisible (que existe, cansado estoy de decirlo, aunque su nombre bajará conmigo a la tumba tal como ambos hemos acordado) se retira de fabricar palíndromos, ay. Pero ha querido hacerlo a lo grande o, como él mismo dice, con “el palíndromo absoluto, el palíndromo especular”. Incluso me envía una nota con instrucciones para uso del mismo y que dicen así: “Apoyando un espejo contra el papel por la mitad de la frase, la susodicha se lee del papel al espejo y viceversa. Y enfrentando el papel a un espejo éste devuelve la frase sin que la inversión especular distorsione las letras. Tal efecto solo es posible usando las escasas letras que de por sí, y en mayúsculas, tienen simetría plano-axial”. Yo ni lo intenté, para algo ha de valer ser inútil total en tales menesteres. Traten ustedes de conseguirlo, porque ahí va, míralo, míralo, el palíndromo absoluto, el palíndromo especular, el último palíndromo: AY, OMITÍ MI TIMO YA.